Quizá todos estamos a la espera de algo que nunca llegará, y nuestro destino es acompañarnos durante esa espera, rodearnos de personajes misteriosos y pasajeros. En una especie de soledad compartida, pasamos el rato con personas a quienes nunca llegamos a conocer por completo, pero que nos hacen conocernos mejor a nosotros mismos. Tal es el caso de los protagonistas del siguiente cuento de María Huet.
UNA APARICIÓN
La tenue luz del faro iluminaba el desolado paisaje. Hacía frío y el viento revolvía furioso las hojas. Las calles se encontraban semidesiertas. Se hacía tarde, así que apresuré el paso para llegar hasta mi casa, que quedaba a corta distancia. Pero unas cuantas cuadras antes de llegar, lo miré. Me pareció extraño, pues nunca antes lo había visto por el barrio. Se trataba de un individuo bastante peculiar; su aspecto era rarísimo, jamás había visto un color de piel tan pálido en otra persona, su fisionomía era incierta y había algo en ella que no encajaba.
Naturalmente, me sentí intrigada por tan enigmática aparición, así que sentí el impulso de hablarle y me acerqué. Le pregunté quién era, pero no me supo contestar. Su presencia no tenía explicación, simplemente estaba ahí. Sentí una profunda curiosidad por conocerlo más y entonces tuve el impulso de invitarlo a que me acompañara. Durante nuestra caminata, pocas fueron las palabras que salieron de su boca. Puedo decir que, pese a su silencio y su rareza, era extrañamente simpático.
Se quedó conmigo y en los días siguientes fue mi compañero. Pasaba el tiempo y yo seguía sin entender quién era, por qué estaba conmigo, por qué lo había encontrado; a cada momento surgían más preguntas que respuestas. Y estaba ahí sentado, obsesionado con contar sus dedos. Le gustaba picar personas con su dedo sin razón aparente. Además de tener problemas con su mucosa —que con frecuencia le escurría de la nariz—, también tenía problemas intestinales que le impedían controlar la evacuación de sus heces.
Por alguna extraña razón, los bichos lo molestaban todo el tiempo. En algunas ocasiones conversaba con gente que simplemente no estaba. Se sentaba y conversaba durante toda la noche. Me enteré de que se había enamorado, ella tenía todo lo que él no tenía, y era todo lo que él no era.
Un día desapareció, se había ido repentinamente y tras varias horas de búsqueda lo encontré sentado en un banco a la espera de algo o alguien que nunca llegaría.
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