La mejor manera de conmemorar a alguien es contando sus historias. Éste es un relato de una mamá dominicana, que como buena caribeña, es cálida y espontánea. Dividida entre dos culturas, también se fractura para estar con sus dos hijos.
Sí hijo, arribo alla stazione centrale alle otto e mezza. No, no, hijo, devo tornare presto porque es la graduación de tu hermana. Tre giorni, tre giorni. Grazie, cara, grazie. Le estoy hablando a la chica de aquí del tren que me está ayudando con la valigia, cosa que tú nunca haces, hijo. Bueno, bueno, está bien, hablamos luego, cuídate hijo, ciao, ciao, ciao, ciao, ciao, ciao, ciao. Grazie per l’aiuto cara.
Ah, hablas español ¿de dónde es que tú eres? Ah qué lindo, ya decía yo que no eras italiana. Es que no sabes, hija, lo que son en verdad los italianos. Yo tuve la desgracia, la desolación, la osadía de casarme con uno. Yo, que soy de República Dominicana. Me casé y de vivir en la ciudad con más música y caderas que se mueven al ritmo terminé en un pueblucho en los Alpes con un frío hasta los huesos. De estar acostumbrada al calor todo el año, pum, nieve y nieve cuatro meses al año. Es que el pueblo donde yo vivo es en la montaña, y no hay nada que hacer, y hay un silencio espantoso, y es aburrido a muerte. Pero luego también por eso mi hija no soporta allá en Santo Domingo, vamos y no, no aguanta, maaamma, se queja, que porque en la noche no la deja dormir la música. Mamma basta, basta, non ce la faccio più, dice. No está acostumbrada mi hija. Invece, mi hijo, es feliz allá, se la vive yendo. Le va muy bien en su lavoro en Svizzera, así que va y viene, va y viene. Qué bien se la pasa, él sí salió más dominicano, le encanta la fiesta. A cada rato me habla y ahí anda trepado en algún barco con sus amigos a las diez de la mañana ya amanecidos.
Me habla y me dice que me extraña cuando está borracho. Es que en serio a veces se pasan, allá, música día y noche, a dondequiera que tú vayas, cumbias, salsas. Ya después de estar un rato allá me harto y nomás quiero volver a la tranquilidad de aquí. Demasiada intensidad como viven en Santo Domingo, ya no es normal para mí. Demasiada actividad, movimiento, me canso y quiero volver a la montaña, a la vida pacífica, empiezo a extrañar, ¿me entiendes? ¿Y sabes qué hago yo en mis días tranquilos? Las telenovelas mexicanas. ¿Las has visto? ¿Cómo no si eres mexicana? Si son buenísimas, molto, molto divertenti. Veo capítulos y toda la tarde me la paso ahí, enfrente de la computadora. ¿Ni Rubí has visto? Les doy las gracias a las telenovelas de salvarme del pequeño infierno en el que vivo. Ya sabes, pueblo pequeño, infierno grande. El problema es que éste es tan pequeño que ni entretenimiento de infierno tiene. Yo nomás me canso de la quietud y extraño Santo Domingo. Ay, verás, un momentito querida. Amica miaaa, ciao bellaaa, come stai? ¿qué es lo que tú dices? Aquí voy en el tren a visitar a mi hijo. Sí, sí. Voy con mi hijo, y muero de ganas de volver con mi hija, pero luego estoy con ella y extraño al primogénito, sabes ya cómo es esto amica mia…
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