Una noche de verano
Me diste la mayor felicidad
que se le puede dar a alguien,
y solo te bastó una noche.
Suele ocurrir que cuando
ya no se espera nada
sucede todo,
y algunas quimeras
tornan a probables.
Entonces me di cuenta
de que podía volar sin tener alas.
Y qué fácil era contigo.
Te tenía ahí, frente a frente,
a medio centímetro
y no fui capaz de pensar en nada más.
Me dejé llevar
sin pensar en la hostia
que vendría después.
Porque a menudo
los recuerdos no son
buenos compañeros,
ni frenan las caídas.
Son tan solo
heridas abiertas que quedaban tras
la lucha entre la voluntad de ti
y la ignorancia de mí.
Y fue entonces
cuando más te quise,
y ni siquiera te sirvió.
Por suerte,
contigo aprendí que
en el amor
la lucha es inútil cuando una de las partes
está fuera de juego.
Pero supongo
que es difícil pasar página
de un libro
que terminó en el prólogo.