Uno tiene que mudarse,
mudar sus recuerdos dolorosos
a la fortaleza de la experiencia, alejarse de los hábitos
que terminan por destruirnos,
buscar personas que anden haciendo la excepción en el mundo.
Uno tiene que mudarse,
empacar sus sueños
en una valija de esperanza,
llevarla a todos lados,
cambiar de perspectiva,
ver que la vida está llena
de rosas con espinas.
Pero después de tanto herirse
uno se vuelve más cauteloso.
Uno tiene que mudarse,
poner el corazón en otra parte,
desatarnos de la soga de la pereza
que sólo trae consigo resignación y tristeza.
No llevar nada que inspire
una nostalgia de sufrimientos,
si es posible regalar las ropas usadas,
tirar los zapatos viejos,
los libros que no sirvieron
y los resentimientos.
Uno tiene que mudarse,
no olvidarse de llevar la guitarra,
el cuaderno de dibujo,
el diario y la pluma
para desahogarnos en los fuertes brazos del arte.
Uno tiene que mudarse,
saber que para empezar de nuevo nunca es tarde.