El amor es corporal. No existe palabra precisa que pueda definir un sentimiento:
Nunca supe, con certeza, cuántas palabras se necesitan para construir lo real.
Me instruí; lo intenté tanto que llené todo el lugar con palabras vacías. Parecía un paisaje de acantilados y parecía también una mirada frente a otra. Un mundo fantástico, sin duda.
Pero no había nada.
Cuando te vi lo supe al instante, me reconocía en ti, en lo que no existía aún. Cerebro, corazón y espíritu al unísono.
Algunos momentos me acercaron a esa certeza y la vista es increíble. Prodigiosa sensación indescriptible, la coincidencia de tu vida con la mía, de tu presencia. De una mirada frente a otra deleitándose, devorándose.
Lo mismo pasa cuando estoy al borde de tu cuerpo.
Ese cuerpo que es tuyo pero mío. Y mi cuerpo que alegre y danzante se regocija de llevarte, te pertenece. En la complicidad tácita de nuestras almas, en la confabulación más terrenal de nuestras formas.
Y yo que nunca supe con certeza cuántas palabras se necesitan para construir lo real. Tampoco lo sé ahora. Pero sé que unos minutos en tu boca y en tus manos, construyen realidades eternas. Una mirada frente a otra, levanta lo real, edifica cada cimiento y no hacen falta palabras.
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Para dar los besos perfectos debes usar los labios, la lengua y las palabras, y la mejor manera de inspirarte es a través de los besos más famosos de la literatura.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Eastlyn Bright & Joshua Lee.