A continuación un poema de Michelangelo Colin sobre la belleza física y metafísica.
La bella arte de su belleza
Entre las artes se parece,
con esa voz,
ese cuerpo suyo,
un tallado delicado y juvenil.
Ese esmalte que resalta mi más deseada curva.
No cabe duda de que podría ser obra
del más talentoso renacentista.
No cabe duda de que podría ser obra
del más destacado anatomista.
Ese detalle suyo que no puede explicarse.
El simple hecho de tu existencia,
tan natural, tan liberal,
que no pudo ser escrito honoríficamente
por el más destacado poeta chileno.
No cabe duda que eres la obra más rica en el detalle renacentista,
en la armonía romántica
y en la imperfección posmoderna.
Joven espíritu de ojos castaños.
Duro manejo de labrado sobre tu cuerpo,
delicada y fuerte ejecución,
con el más fino y más liberal movimiento,
sobre el cincel.
Entre las artes se parece.
Y los momentos junto a ella
son la mejor coreografía del talento de la vida.
Y nuestras miradas
son más que sólo observar un cuadro en el museo,
es la dudosa presencia emocional
de su encantadora sonrisa.
Y el hipnotizante canto de sus experiencias,
convierte así, el momento,
en el cortometraje más bello que haya vivido en mi vida.
La memoria tiene el talento,
el don de captar su más embarazosa sonrisa.
La resolución que mis ojos tienen
y la virtuosa paciencia de mi conciencia
no dejan de contar las constelaciones
que en su piel abundan.
En su transparente lienzo
no hay cicatriz alguna,
pues es tierra fértil,
y sus movimientos afrocaribeños
la convierten en el espíritu más libre.
Mi juvenil experiencia literaria
es escasa en cuanto a descripción,
pues a veces no me queda de otra que resumir,
que ella posee pureza poética.
Es literatura,
es un libro abierto,
con páginas que valen la pena escuchar
y con páginas vacías que valen vivir.
Pues cada momento
puede ser una cátedra especial fuera de las letras,
no encontrada en palabras,
en libros, en películas o en lenguas.
Junto a ella
el tiempo se vuelve la inversión más rica y envidiable,
dejando a cualquier hombre en banca rota tratándose de los mejores momentos.
Pues el momento junto a ella es libre
como un solo de ballet,
un cuadro de Kandinski
y la libre obscenidad de Miller.
Su silencio es tranquilo y cómodo,
pues te deja degustar de su historia,
bajo un maridaje bibliotecario.
***
Hay algo fundamentalmente poético en una pasión desbordada, sobre todo si las palabras no buscan contenerla sino expiarla.