Veinte días antes. En todo caso, es una necedad de la que soy participe en modo pasivo. Soy yo el que aún te percibe volando entre los ecos del día. Sigo siendo yo el que le da resonancia a tu fantasma que tan mudo, no muda de mis mundos, y minuto a minuto se hace más inalcanzable mi enemiga realidad. La venganza del pasado me acecha. En los mares del día se juega al rompecabezas de Lluvia: unos salvajes chinos naturales por aquí, unos ojos de jade por acá; y de todos no se infunda una Lluvia.
Una torpe voluntad de seguir estando ahí, en el intervalo que ya muerto, no desvanece. Los cálculos se hacen, los procedimientos se siguen casi al pie de la letra sin poder lograr el resultado, y nuevamente te veo caminar entre la multitud, nuevamente tu voz palpita en mis oídos, nuevamente soy yo sin querer serlo. ¿Qué necedad la mía? Nunca había visto pies tan peculiares y perfectamente alineados. Juntos son un triángulo, equilátero, creo; por separado son escaleras al cielo, como la canción de Led Zeppelin. Por tu pie izquierdo subo al cielo, por el derecho bajo a tu cuerpo. Tus chinos que parecen jamás haber conocido un peine y que, dentro de su modo salvaje logran una belleza incomparable.
Ojos de jade, ojos de vida, de creación. Es por eso su natural belleza. Caigo en razón de ello. Tu piel, una constelación de lunares, el cosmos mismo en ti, nebulosa. Y de nueva cuenta cuento tus lunares para al final perder la cifra, soltarla en un suspiro. Y en mi memoria juego con ellos, creo figuras, palabras y recuerdo que hubo un tiempo en el que yo hablaba su idioma. El idioma del cosmos reflejado en tu cuerpo. Más adentro de la ropa, más adentro de la tripas y el eterno viaje sanguíneo de vida, más adentro del corazón mismo, en el núcleo de tu ser descubrí al ser más hermoso que he conocido. Nunca lo dejes.
Veinte días antes a tus veinte años.
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No concebimos, algunas veces, cómo es que las coincidencias existen, o si el destino conspira o si nuestra vida ya está escrita, pero el amor es así, tan impredecible.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a la española Henar Bengale.