No sé si es la inocencia falsa de mis 23 años, la luz roja del semáforo que tenemos enfrente o el naranja de sus ojos lo que me hace sentir esta vela en mi interior. Me siento de 19 y como si fuera Pablo Neruda, con sus veinte poemas de amor y su canción desesperada esparcidos en su mente, merodeando en sus recuerdos. Y también de 14, cuando el joven poeta se abría el camino entre los expertos de palabras. No. No sé que sea. Pero me alegro de estar aquí, tan lejos de ella. Porque la puedo desear y puedo anhelar, extrañar su aroma e inspirarme y crear un mundo para nosotros mientras no me pueda ver.
Y me parezco un poco a Pablo. El rostro en mi mente no es uno en específico, sino una mezcla de las mujeres que he amado. En ellas existe una mezcla perfecta, mi amor ideal. Cálida, protectora, ajena, celosa. La amo aunque no tenga respuesta. Pasión intangible que recorre mis piernas y que también me recuerda a Rimbaud. ¿Acaso los adolescentes sienten de forma más genuina que los adultos? Los pequeños Arthur y Neruda parecen reírse de nosotros desde su altar en el cielo de los eternos poetas.
Pero soy esclavo de mi entorno. Mis palabras no se compararían a las de Pablo o Arthur ni en 65 años. La forma en la que Neruda expulsó de su poesía las técnicas modernistas le ganaron la fama internacional a su corta edad, pero siguió viviendo prácticamente en la pobreza. La mía es de una especie diferente. Durante tanto tiempo he imaginado a la mujer perfecta y me olvidé que yo también debía recibir algo.
Entonces me siento en mi sofá azul donde la luz no lastima mi piel y donde mis lentes no capturan reflejo. Estiro mis piernas y trueno mis dedos. Neruda quiso mezclar la poesía con ponderaciones humanas y quiero estancarme al centro, donde todos los lectores nos quedamos. Encontrar el ruido en el amor y desear mucho más e intentar que un poco de todo eso vaya a mi interior. Por primera vez, quisiera saber qué se siente.
“Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”.
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“Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche aletea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra. ¡Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente”.
“Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué genes?
¿Diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana?”-“Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma”.-“Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua”.-
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía”.-“La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios:
oh segadora de mi canción de atardecer,
¡Cómo te sienten mía mis sueños solitarios!”-“Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
¿Quién llama? ¿Qué silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad. ¡Hora mía entre todas!
Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.
Sacudida de todas las raíces,
¡Asalto de todas las olas!”-“Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan”.-“Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua”.
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“Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”.
-“Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros. Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado”.-Cierro el libro y en la portada veo el título una vez más. “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Mi sangre está en la garganta y me siento lleno. Amo como nunca antes he amado. Todo apuntó hacia este momento y despierto rodeado de luz, de calma. Pero al cerrar los ojos de nuevo y olvidar que yo no soy Pablo y que nunca lo seré, también recuerdo que nadie ha escrito sobre mí. Pero estoy dentro de las palabras de Neruda, sobre su voz viajando entre naves metafóricas. Porque tampoco existo. Mi voz desaparecerá una vez que se presente el punto y seré eterno como el joven a sus 19 y sus tontos poemas de amor, que conquistaron mi cabeza.