A veces tenemos que despedirnos de nuestros países porque sólo así sabremos que un día podremos volver:
El día llegó, debemos empacar, un nuevo sitio te espera, nuevas personas serán tus compañeras en un viaje para buscar tu futuro, un futuro mejor. En mi maleta empiezan a llover cosas, ropa, papeles, zapatos y otros artículos de uso personal, cosas vanas. En mi maleta llevo un montón sueños rotos que buscaré reparar en otra nación, sueños nuevos que serán el impulso y la motivación a ser más grande y ser mejor. En mi maleta llevo también una lluvia de lágrimas de personas que me vieron crecer, me comprendieron, me apoyaron en las buenas y en las malas y nunca se separaron de mi lado.
En mi maleta llevo ese olor a parrilla que, en un tiempo, inundó el patio, esas sopas en familia, esos chistes, nuevos integrantes en la familia, momentos que jamás se borrarán de mi mente. Hoy en mi maleta hay un millón de recuerdos, los cuales sacaré a diario para no olvidar mis motivos aquí, en mi maleta llevo un montón de amor de todas esas personas que conocí a lo largo de mi vida y que aún permanecen aquí esperando mi regreso.
En mi maleta llevo los ojos empañados de mi madre por despedirse de un hijo, empañados por lágrimas de tristeza porque ya no me tendrá bajo su ala, pero de alegría porque sabe que tendré un mejor futuro. En mi maleta llevo decepciones de gobernantes en quienes confiamos y que no hicieron nada, decepciones de ver una de las naciones más ricas en Latinoamérica y, quizás hasta en el mundo, devastadas por mala administración e ignorancia en sus calles. En mi maleta llevo las ganas de triunfar, el éxito y los buenos deseos de todos ustedes a quienes nunca olvidaré, en mi maleta llevo un amor roto por la distancia, pero con esperanza de reencontrase nuevamente.
En mi maleta llevo esos momentos vividos dentro de un núcleo familiar que no era mío, pero me acogió como un miembro más. En mi maleta llevo una amistad, la más especial, que entre risas y alegrías se convirtió en una hermandad. Pero sobre todo en mi maleta llevo un pedacito de mi tierra de Venezuela y un pedacito de cada persona que marcó mi vida para bien. Ganas de crecer y ganas de ayudar a quien lo necesite. Venezuela hoy me pides a gritos que me vaya, pero te prometo que mañana bañaré de orgullo tu semblante. Y basta de lágrimas porque esto no es un adiós, es un hasta siempre.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a la serie “SOS Venezuela” de Orianna Montenegro.