Te presentamos un cuento en el que Jean Franco narra cómo el amor puede vencer todo cuando dos personas se aman…
—Hola, vine a buscar mis cosas, dije mientras ella estaba recostada en el sofá. Me miró y con el dedo señaló mis maletas que estaban juntas y ordenadas a un lado de la puerta, ella estaba en bragas, se veía tan sexy como la primera vez que hicimos el amor. La miré fijamente y ella, con un gesto muy odioso, quiso decir: “¿Qué esperas para marcharte?”.
Me senté sobre la mesa de vidrio ubicada en el centro del comedor, cosa que teníamos ambos terminantemente prohibido porque fue la primera mesa costosa que compramos entre los dos. La miré a los ojos y le dije:
—No es eso lo que vine a buscar. Me vio sin decir una palabra, pero la conocía tanto que podía adivinar cada uno de sus movimientos, en ese momento ella tenía una gran duda en su mente y yo proseguí a aclárasela.
—Viene a que me devuelvas los besos que con tanta pasión y sinceridad puse sobre tu boca… Ella me interrumpió, se levantó y me hizo una señal para que me fuera por donde llegué, pero insistí en decir lo que venía a llevarme.
—Vine a que me devuelvas esos besos que con tanta pasión y sinceridad puse sobre tu boca, vine a que me devuelvas todos los te quiero que dije desde el inicio, vine a buscar esos sueños que imaginamos juntos, viene a buscar esas rosas, esas flores y esas cartas que hice para ti con tanto cariño, vine a buscar todos los abrazos que llorando nos dimos para calmar la ansiedad de mi mente y la tristeza de tu ser; vine a buscar todos esos recuerdos de momentos que creí inolvidables, vine a buscar mis ganas de seguir adelante con una mujer perfecta, vine a buscar mis ganas de amar que se quedaron entre palabras escritas y dichas en una noche estrellada…
Vengo a buscar las llaves de Rigel, aquella estrella que te regalé para que tus noches decembrinas no fueran tan oscuras, vine a que me devuelvas las caricias, las lágrimas, las peleas, las almohadas que fueron testigos de nuestros encuentros amorosos, quiero que me devuelvas las ganas de vivir que me quitaste el día que pediste que me fuera de casa; devuélveme el aliento que te robaste tantas veces, cuando ambos uníamos nuestros cuerpos para hacerlos uno; viene a buscar cada una de las fotos mentales que te quedaste cuando viajamos, quiero que me devuelvas las caricias y los roces que con tanto amor te ofrecí…
Quiero que me devuelvas las fantasías mutuas de viajar por el mundo, quiero que me devuelvas todos los sueños que tuve en los que fuiste la protagonista, quiero que me devuelvas la memoria, el corazón, la mente, los pensamientos; quiero que me devuelvas todo aquel buen recuerdo de nuestra relación, quiero que me devuelvas todas las canciones que escuché en tu nombre, quiero que me devuelvas cada letra de cada poema que escribí por ti y para ti.
—Pero, ¿sabes? No sólo vine a despojarte de todo lo bonito que nos quedaba, no. Vengo a dejarte mi suerte, para que en tu futuro seas totalmente exitosa e independiente como dijimos que lo seríamos, quiero dejarte mis ganas de trabajar fuerte para que logres alcanzar tus metas y deseos más anhelados, quiero que te quedes con este último adiós, con este último te amo, con esta última mirada cara a cara, con este último aliento para por fin salir de tu vida.
Me detuve, ya no podía seguir hablando, mis ojos se llenaron de lágrimas e inmediatamente los de ella también, estábamos ahí, de frente, llorando como dos niños a quienes reprenden por malcriados. Fue inevitable abrazarnos fuerte, fue inevitable decirnos te amo al oído con lágrimas en los ojos, como en el pasado, cuando la tristeza abordaba nuestras mentes pero éramos el bastón del otro. Limpiando sus lágrimas con los puños del suéter.
—Quédate esta noche, el gato extraña que le lleves su comida en las mañanas, dijo.
Sequé mis lágrimas y lo poco que quedaba de las suyas y le respondí:
—Me quedaría toda la eternidad si me lo pidieras. Una vez más mi mente se llenó de felicidad, pero a la vez de confusión. “Qué confuso es el amor”, dije en mi mente, y ella asintió con la cabeza como si escuchara mi pensamiento y me abrazó muy fuerte, después de todo, viene a quedarme, no a despedirme; después de todo, preferimos un “hola” que un “adiós”, así somos, así es el amor.
Esto pasa cuando la razón le habla al corazón y ambos tiene la misma conclusión.
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El amor es una contradicción, a veces odiamos y amamos al mismo tiempo, pues nos hace experimentar emociones tan diversas que es imposible no decir “Te quiero y te odio. Quédate pero vete”.