Mi vieja llegó y no supe cómo seguir, termine con un: “arreglemos lo del dinero y ya”; así terminé con la mujer que más me había amado, con la mujer que me dio su tarjeta de crédito para tener el celular más in de México y a la que hasta hoy le debo ese dinero. Fui un patán, un vikingo, un troglodita.
-Señor, ¿una copa más?
-Sí, pero con tequila.
-No lo entiendo.
-Un whiskey doble en las rocas.
Recordarla era delirante hasta la médula y un acto masoquista estilo Sade: me causaba un enorme placer haberla tenido y un profundo dolor saber que la perdí para siempre.
En ese mismo balcón donde le dije que nos casaríamos, me enteré que se iba a Alemania.
***
-¿No lo sabías? pensé que habían terminado bien y eran amigos.
-No, terminamos y ese fue el punto final.
-Lo siento.
-No, no sientas nada, finalmente me da gusto por ella.
-Pues construirán un condominio sustentable y ella se apuntó con un proyecto buenísimo, los alemanes no lo dudaron ni un segundo.
***
Eso sólo reforzó la idea de que mi vieja era una chingonería y no es que la haya idealizado al pasar del tiempo, tenía defectos: su intolerancia ante el mal gusto y la impuntualidad, el sarcasmo desmedido, odiaba lavar, era pésima para conducir, fumaba con elegancia pero demasiado, maniaca del desorden y bueno… roncaba mucho al dormir.
Sigo aquí, en este balcón, embriagándome de ella mientras se decide mi futuro en un auditorio y mi mujer se retoca los labios, sigo aquí viviendo del pasado que no puedo remediar, de los retazos de ella, de mi imaginación y sus besos; sigo aquí esperando una segunda oportunidad, queriendo un final como el de la literatura, de película, de novela romántica… sigo aquí…
-Señor, le hablan.
-¿Quién?
– Mmmm dice que es su “vieja” y lo esta esperando en el podio para entregarle el premio. Felicidades, su equipo es el ganador.
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Este texto es la continuación de “Status Quo”, puedes leer la primer parte en este enlace.
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