A continuación se comparte otro texto escrito por el joven barinés Humberto Escolcha, quien en su búsqueda narrativa recae en tramas de romance, amor y desamor.
VIVIMOS VIDAS ERRÓNEAS
Vivimos vidas erróneas donde los fracasos son nuestros mejores aprendizajes, donde el hecho de existir nos depara vivir vidas tan complejas en las cuales los fracasos del destino y el tiempo nos cambian como persona, de esa manera viven sus vidas aprendiendo de los fracasos, pero en algunos momentos pasan cosas extraordinarias con personas a las cuales nunca pensamos conocer.
Así fue como te conocí, caminando sin rumbo estaba recorriendo las calles de la ciudad pensando en tantas cosas que nos atormentan y que nos confortan, me detuve a descansar en algún lugar, realcé la mirada y vi a esta hermosa mujer, que pensaría que fuera producto de mi imaginación con tanta locura mía, pero así no fue, así no sucedió, en realidad estabas allí, y como si una fuerza me atrajera hacia ti, me acerqué, desapareció todo rastro de timidez en mí, y decidí hablarte.
—Hola, qué tal —dije.
Me miraste y respondiste sorprendida: “hola”.
—Pensarás que es extraño que te hable sin conocerte, pero simplemente quiero decirte que eres hermosa —dije sin titubear.
Me regalaste una sonrisa y dijiste “gracias”.
Seguí mi camino sin mirar atrás volviendo a pensar en muchas cosas, sólo que esta vez estarías en mis pensamientos.
Al día siguiente volví a hacer lo que siempre hacia: caminar y pensar para distraer mi mente, siempre caminaba por el mismo trazo de acera, de nuevo me detuve en el mismo lugar a descansar e impensable, estabas de nuevo allí, ¿te sorprendió verme? ¿Acaso estarías pensando en mí? No lo sé, te saludé de nuevo y esta vez lo harías de igual manera pero con más confianza. Ya no éramos desconocidos.
—¿Tomas café? —pregunté.
—Claro —respondiste con una sonrisa
—Está bien, yo invito —dije.
Y aquel café se cambió por cena y la cena por desayuno, decidiste contarme toda tu vida, horas y horas de una larga conversación que nos envolvía cada vez y mucho más, luego de que hablaras te aconsejaba sobre disfrutar la vida cada segundo. “Disfruta sin pensar en qué pasará y todas las cosas que de ella podemos aprender”.
Pasaría otro día y yo con mi rutina diaria de caminar y pensar, pero cambiaría algo, en ese lugar donde paraba siempre a descansar estaría ella esperando, y la historia se repetía por días, semanas y meses. Hasta un día. Ella me esperó hasta horas donde ya sería imposible de que llegara a ese punto. Se preguntaba qué pasaría. Pensó: “¿Acaso cambio algo?” E incluso los celos hicieron su juego y pensó que estaría con alguien más. Pasaron varios días que no la vería en ese punto de encuentro y luego de unos días aún tendría la esperanza de que yo en algún momento llegara y decidió esperar a ver si acaso volvería a verme, pero sucedió algo extraño. Llegó alguien a la misma hora en la que solía llegar a aquel lugar, le preguntó su nombre y ella respondió. Simplemente le dio una carta y sin decir alguna palabra dio vuelta y se fue. Curiosamente abrió el sobre y encontró una carta de aquél que ella con tantas ansias esperaba. Se sentó en un banco y comenzó a leer.
“Amada mía, de seguro entenderé tu molestia de no poder haber llegado todos estos días a verte, lo entiendo, entiendo que fue irresponsable de mi parte ya después que te habías vuelto parte de mi rutina diaria, mi cotidianidad, mi vida, he decidido escribirte porque hablarte ya no podré. Espero sepas y entiendas el cariño que te tengo, y nunca pienses que es por ti, sino que es por mí, sólo por mí, te recalco que la vida y todo lo que en aquellas tardes solíamos hablar son para ponerlas en práctica, de vivir la vida de manera que sea bien merecida vivirla. Te aconsejo una vez más que consigas a alguien que valore tu manera de pensar, tus ideales, tu personalidad tan sofisticada de descifrar y no dejes que nadie cambie eso. También quiero decir que todo aquel tiempo que pude compartir contigo fueron de los mejores. Tantas risas, tantas anécdotas contadas que contarlas sería un delito. Agradezco mucho tu amistad, pero hasta aquí llegó todo. Este es el fin, como he dicho: es por mí no por ti, debo confesar que las despedidas no me gustan, por eso no me despedí personalmente de ti. Y otra cosa que debo confesar y nunca te dije: aquel día que te vi y estaba tan pensativo, ese mismo día me pronosticaron una enfermedad incurable la cual en cualquier momento a otro cobraría su paga. Caminaba y pensaba sólo en eso hasta que decidí conocerte y tus conversaciones aliviaban el pensar que en algún momento pasaría lo inevitable. No llores, que llorar no arreglará las cosas. El destino es así y debemos afrontar las cosas, como nos pasen. Sé fuerte y piénsame cuando te sientas sola y triste, para que recuerdes vivir la vida como se debe vivir.
Posdata: Otra cosa, no intentes buscarme ni intentes ir a mi velorio o al cementerio donde yaceré. Quiero que me recuerdes de la manera que me conociste, y si recibiste esta carta hoy fue porque ya morí”.
*
Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Olja Ryzevski.
Puedes apreciar más de su trabajo fotográfico aquí.
***
Para desconectarte del mundo, sólo te bastan estos 11 libros que serán tu mejor arma para combatir la realidad.