Disfruta a continuación de un texto escrito por la joven autora Kenya Heredia, quien rompe con el convencionalismo lingüístico y propone un ritmo narrativo en lo que parece ser un mensaje claro y directo, como una epístola con dotes narrativas.
Esto va para ti, mientras en sus manos está el roce de tu cabello castaño que parecen hilos de oro. La tienes abrazada en una oscuridad que es mentira.
No recuerda cómo empezó, sólo recuerda que la arropaste cuando estaba muy perdida, entre sueños de demencia escuchaba tus susurros, pero no los puede recordar. Estabas sentado frente a ella, diciendo que la querías una y otra vez, que te gustaba y cuando escuchó una canción te dijo es mi gusto culposo, ya no podré ser punk. Eso no importaba, sólo quería contestar a cualquier cosa que decías, pero no la recuerda.
Despertó. De nuevo tomaste su cintura entre tus manos y comenzaste a besarla lentamente. Y perdió, como siempre que estas ahí.
Estuvo contigo, lo recuerda. Le decías una y otra vez que la querías, siempre hacía ella la misma pregunta. Veía tus ojos, tus labios, tus expresiones y al finalizar sentía calor que recorría su espalda lentamente.
Disfrutaban de una fiesta que parecía que no tenía fin. No lo había.
Volvieron a finalizar el festín de sus cuerpos que estaban felices de encontrarse. Empezaron a hablar de sus sueños, tu viaje a Italia o Francia, tus ganas de vivir ahí. La arquitectura que te vuelve loco, mientras acariciabas sus piernas con la punta de tus dedos, largos y finos.
Tocabas sus manos y las alababas, mientras le decías que parecía que no hacían nada, pero que en realidad hacían mucho. Le preguntaste si acaso había notado los días en que la mirabas a escondidas, todas las veces que la volteabas a ver. Se sintió perdida, la ansiedad recorrió su cuerpo y contestó que no. Le confesaste que lo hacías y empezó a ver la reacción de tus ojos al contemplarla. Hablan de películas, se recomendaron unas cuantas que seguro ya olvidaron y de libros, de aquellos que le gustan. Gustos musicales y empezó a llover.
No quería abrir los ojos, no ahora que se cuerpo tenía miedo de que tú hubieras olvidado todo esto, pero no fue así, amaneció enrollada en tus brazos, con sus manos entrelazadas y la besaste al despertar. La besabas en pausas durante el día y le hacías temblar durante la tarde, mientras cantaban de nuevo esa canción que decías disfrutar mientras ella gritaba.
Al anochecer te perdió ahora a ti. Pero estuvo ahí como tú lo estuviste con ella.
Toda la noche esperó tus abrazos, se movió cuantas veces fue necesario para que tú supieras que estaba ahí. Y al amanecer volviste a tomar su cuerpo y se fundieron aunque el mundo estuviera ahí. Se les estaba acabando el tiempo.
Van pasando lentamente los días, desde que decidiste contar las pecas de cerca. Aún recuerda verse acostada viendo toda la tinta que tiene tu piel.
Le cantabas y mentías diciendo que te ignorara si te enamorabas de ella. ¿Se pregunta si lo consiguió o sólo es su imaginación?
Recuerda el frío que tenía en la madrugada y al abrir los ojos, con su cuerpo desnudo frente al ventanal blanco, repetías que todo eso parecía una película. Que esa escena era así.
Te extraña. Extraña lo feliz que le hacía sentir que te volvía loco. Aunque la única locura que se siente en estas letras es la suya pensando que estuviste aquí, siendo sincero.
Juntó las letras y versos de desamor de las demás.
La tenías acostada en la cama.
Le acarició las piernas como antes lo hacía. Las puntas de sus dedos la habían extrañado.
Le cantaba canciones de amor y la lluvia parecía estar a su favor.
Ya parecía no doler ni recordar todo lo que habían pasado antes. Y de eso se trata, de volver a ser uno juntos y separados ser seres libres de amor.
Se despidieron, hablando, gritando la canción, exaltando sus pieles mirando sus ojos y sus reacciones. Finalizaron con un beso. Finalizó esta historia, una nueva historia de tantas que tienen que contar. Se quieren.
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Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Phil Chester.
Puedes apreciar más de su trabajo fotográfico aquí.
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Escribir y leer poesía es una forma de sanar el alma. Si quieres leer más poemas de amor y desamor, te invitamos a que conozcas a los autores de los poemas para los que se resisten a superar las decepciones y los poemas para los que no quieren olvidar.