Muchos dicen que los poetas son los amantes más fieles que tiene la muerte, que entre sus letras se enuncia su llegada, a la vida propia y de otros, de la vida física pero no del alma, ya que si sus letras prevalecen, esa intrusa tan querida sólo se lleva el caparazón que alberga tantas ideas convertidas en bella escritura.
Los poetas, seres entre la realidad y el ensueño, entre la vigilia y la duermevela; entre lo común y lo mágico, nos llevan por sitios que el alma reconoce, a pesar de que la lógica nos dicte su inexistencia física.
Xavier Villaurrutia conjuntó las letras para crear poesía, y con ella otorgar un sentido profundo a la vida, al amor, a la muerte y a los sueños.
Su obra se caracteriza por recorrer el amor funesto, quizá como un modo de manifestar su homosexualidad. Pero la vida y obra de Villaurrutia traspasa la sexualidad para exponer los sentimientos en atmósferas oníricas en las que se narran elementos del inconsciente. Sus letras son hechizos que extraen sabia de sensibilidad hasta transformarla y expulsar arte.
Xavier Villaurrutia nació en la ciudad de México en 1903, en el núcleo de una familia de clase acomodada. Estudió en el Colegio Francés, y años más tarde en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Jaime Torres Bodet y a Salvador Novo, con quien fundó la revista Ulises en 1927. Años más tarde, fue becado por la Fundación Rockefeller, por lo que se mudó un año a Estados Unidos para estudiar arte dramático.
Perteneció a la estirpe naciente de los primeros intelectuales posrevolucionarios; entre sus amigos se encontraban: Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, José Gorostiza y Elías Nandino, con quien forjó un lazo de amistad entrañable.
Octavio Paz, joven, gran admirador y amigo del escritor dijo: “No era un hombre de ideas, era un hombre extraordinariamente inteligente. Incapaz de creer en nada, se aisló en un mundo privado, poblado por los fantasmas del erotismo, el sueño y la muerte”.
Las palabras de Villaurrutia bordan una escritura sobre la muerte desde escenarios desoladores, imágenes que son alegorías de fantasmas y nocturna oscuridad, donde sólo existe el silencio, la locura y el miedo:
Décima Muerte
¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo…
El amor abre ventanas de intranquilidad y mezcla la desesperanza del eterno jamás. La pluma del poeta se desliza en el tortuoso clamor de un amor lejano, prohibido, secreto y en cada verso vierte los latidos de un corazón desesperado y confuso. Villaurrutia recorre sus propios laberintos de misterio e intriga. El poeta es la voz de una generación de jóvenes atrapados en la negación de su condición sexual, fuego y ceniza que se extingue en la melancolía de los secretos.
A media voz
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
La ciudad de México fue el sitio que vio crecer al joven artista, al amante y al hombre; fue escenario de su exploración y de su amor, soledad y angustia. Como espejo, el espacio y él se conjugaban en uno solo para expresar y exponer sus profundas pasiones, miedos y maravillas.
Nocturno en que nada se Oye
En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿Qué son labios? ¿Qué son miradas, qué son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz…
El 25 de diciembre de 1955, Xavier Villaurrutia decidió huir de la vida como un sol eclipsado por la angustia y la soledad. El escritor de ojos grandes y mirada tímida se convirtió en ángel o estatua que yace sobre letras indelebles al tiempo, donde no existe la nada, sólo silencio, sólo paz. El suicidio fue su puerta, el final del camino de letras que fue dejando como migajas de pan para trazar el regreso, el cual nunca encontró. Sin embargo, su pasión, sueños, pesadillas y oscuras noches, quedaron inmortalizadas en cada uno de sus poemas que, con tinta permanente, dedicó a la muerte desde el amor, la seducción y el calor.
***
Cuentan que los hechizos sólo se cumplen cuando son dichos en voz alta, igual que los poemas, y no hay nada mejor que escucharlos de aquellos que los escribieron con el alma; te compartimos los poemas más bellos en las voces de sus autores, para que te dejes acariciar por la poesía convertida en sonido.