Yo tan ajustada y él tan perfectamente grueso: ¿te excita lo que ves?

Yo tan ajustada y él tan perfectamente grueso: ¿te excita lo que ves?

Yo tan ajustada y él tan perfectamente grueso: ¿te excita lo que ves?

“Mírate en el espejo. ¿Te excita lo que ves? continúa moviéndote, que lo haces muy bien”.

Lo encontré en un pasillo, me dijo que ya había terminado el semestre y que podría darme una clase más.

Mi profesor de estadística nunca se mostró interesado en mí, pero en ocasiones me miraba de una forma que me hacía pensar que podría haber algo más y eso me gustaba. ¿Por qué no habría de gustarme si es una fantasía que muchas desean cumplir? Un hombre adulto, inteligente, que sepa bien cómo tratarte. 

Pero si hablamos de estadística, ¿qué probabilidad tendría yo de que mi profesor buscara tenerme de otra forma que no fuera como alumna? Ese número tan bajo que me daba al principio subió en porcentaje cuando en ese pasillo intercambiamos números. 

Yo no podía escribirle, aunque pensaba mucho en eso. Él no tardó en hacerlo. Comenzó por sacarme conversación para saber qué tal era yo como persona. En clases se veía como alguien tan centrado, que me sorprendía ver esta faceta juguetona que haría lo que sea con tal de que le respondiera con risas.

Estuvimos coqueteando toda una semana, entre fotos un tanto subidas de tono, ya imaginaba a dónde iba todo esto. Podría tener una clase magistral, me dijo, y tomarnos un vino. No dejaba de ponerme nerviosa esta situación, al final, era muy arriesgado que nos vieran juntos.

Fuimos a un sitio privado, ya que no reconocí a nadie en el lugar. Él sabía bien lo que hacía. Yo me relajé, ya habían tres copas dentro de mí que subieron los niveles. Un vestido ajustado dejaban ver cómo mis pequeños pechos se comenzaban a elevar cada vez que él se mordía los labios diciéndome cualquier picardía.

—¿Quieres ir a un lugar más privado?

Viendo el reloj de su muñeca, no había terminado de decir eso cuando ya había pagado una habitación lujosa llena de espejos. Entramos al cuarto. Suavemente me tomó por la cintura y con la otra mano me acarició los senos antes de darme un beso. 

—Sé que detrás de toda esa timidez, hay una chica perversa, conmigo no tienes que fingir, ya estamos aquí.

Me puso caliente que me dijera perversa, así que le seguí el juego. Me cargó con sus brazos anchos y fuertes, me sentó en la cama, separó mis piernas, subió el vestido, bajó el hilo. Acercó su cara y comenzó a morder mis muslos. Mis piernas temblaban. Su lengua caminaba en mi piel. Un trozo de mí estaba dentro de su boca, me mojaba tanto que olvidé las clases, olvidé la hora, olvidé los años de diferencia. 

Me cansé de que me besara, quería que diera fuerte, así que lo tomé del cuello y lo subí hasta mí. Tomé sus nalgas con mis delgadas manos, las apreté duro hacia mí. Cómo me gusta, lo sentí. Yo tan ajustada y él tan perfectamente grueso, hacía que mi placer se incrementara al mil.

 Gemíamos, gritábamos, podía subirme encima de él, voltearme, lamerlo, hacer que su pudor también se perdiera. Me gustaba ver cómo disfrutaba que yo me comiera una parte de él. Movía mis glúteos mientras degustaba su piel.

—Mírate en el espejo. ¿Te excita lo que ves? Continúa moviéndote, que lo haces muy bien. Bienvenida al aula.

**

Para excitar más a tu pareja, quizá puedas hacerlo a través de estos 21 dibujos eróticos de fantasías sexuales que alguna vez han tenido en la vida.

Salir de la versión móvil