¿Tú quieres un presidente que viaje en aerolíneas de bajo costo, viva en un espacio pequeño y tenga un gobierno de funcionarios que ganan poco? Yo, la verdad, no.
Yo quiero que, desde el inicio de su administración en diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador cumpla con su propósito de austeridad republicana, pero entendida como sentido común y sin despilfarros, no como empobrecimiento del liderazgo de mi país. Si al presidente le va bien, al país le va bien.
Develemos mitos. Recortar mal o de más, es igual de malo que tolerar dispendios. ¿Que los altos funcionarios hacen muchos gastos superfluos o se roban el dinero? Posiblemente y eso hay que corregirlo. ¿Que sus salarios son muy altos? No. ¿Que los del próximo gobierno ganarán mucho menos? Muy mal.
Yo quiero que, desde el inicio, AMLO cumpla con su propósito de austeridad republicana(Foto: Proceso)
Ahí te va. De acuerdo con la investigación del columnista Javier Tejado, basada en el proyecto de Presupuesto 2019, el presidente AMLO ganará 108 mil 274 pesos al mes, menos de la mitad de los 222 mil 261 que gana Peña Nieto. Vamos bien, pero con la disposición de que nadie puede ganar más que el jefe del Ejecutivo, hacia abajo un secretario de Estado ganará 106 mil 483, un subsecretario puede llegar hasta un tope de 105 mil 836, un director general 80 mil 354 y un director de área 40 mil 974.
¿Qué tanto o qué tan poco es eso? Usemos la referencia que da el periodista Enrique Quintana, de acuerdo con un estudio de la firma de consultoría y reclutamiento Michael Page. En la Ciudad de México, un director general jurídico en una empresa grande cobra por ahí de los 350 mil pesos al mes y un director de operaciones 250 mil. Es decir que alguien de ese nivel en el gobierno federal ganará la cuarta o quinta parte.
Un director de administración y finanzas de una gran corporación en México gana entre 160 mil y 200 mil por mes, mientras que un jefe de unidad en el gobierno, por ejemplo encargado de colocar bonos de deuda pública por miles de millones de dólares en los mercados internacionales, tendrá un salario tope de 99 mil 590 pesos, es decir, la mitad de lo que podría ganar en la iniciativa privada.
¿Eso está bien? Claro que no. Si bien es cierto que el servicio público es eso, servicio, también lo es que ser un mando medio o alto en una dependencia del gobierno no es nada simple. Un país es una responsabilidad mucho más grande que una empresa. Arriba están los políticos, pero en la operación se requieren altas calificaciones, maestrías, doctorados y mucho dominio de temas muy especializados. Eso de los jefes burócratas en oficinas haciendo todo al aventón y dándose la gran vida, hace mucho que es un gran mito. Así es el mundo moderno.
Un país es una responsabilidad mucho más grande que una empresa. (Foto: El Universal)
Si nada más para poder escribirte esto el jefe Navarrete me exige experiencia y alta especialización y el jefe Rendón me trae en friega con la precisión y el rigor de los datos, imagínate a alguien responsable de cosas mucho más delicadas y estratégicas que sólo escribir análisis.
Por eso, yo no quiero un presidente que encabece un gobierno con especialistas y operadores baratos. La calidad cuesta y lo barato sale caro. Tan es así, que el columnista de negocios Mario Maldonado nos cuenta que hay problemas para conseguir directores para los bancos del gobierno como Nafin o Banobras con esos sueldos. Lo mismo estará pasando en otros sectores tan complejos como el energético, el agrícola, el de obras y muchos otros más.
Yo no quiero un presidente que viva en un espacio tan chiquito que sólo quepa un catre y una hamaca. Queda claro que esa fue una forma de decir que no ocupará los grandes lujos que podría tener el habitar el Palacio Nacional, pero tampoco quiero que el líder de mi país represente a una nación de catres y hamacas, sino que inspire superación y progreso.
Yo no quiero un presidente que viva en un espacio tan chiquito que sólo quepa un catre y una hamaca. (Foto: Milenio)
Yo no quiero un presidente que no disponga de un avión oficial. Caer en el juego de que es un lujo, que no puede haber un gobierno rico con pueblo pobre y esas cosas, es bien fácil, pero veámoslo desde el punto de vista práctico de la realidad. Una de las tareas más importantes del presidente es recorrer el país, aplicar programas sociales, supervisarlos, arrancar e inaugurar obras, coordinar su gobierno con los de los estados, acudir en cuanto se presenta un desastre, y así.
La capacidad de respuesta es muy importante. El 19-S de 2017 a la 1:14pm, Enrique Peña Nieto estaba a bordo del avión presidencial, ese que no tiene ni Obama y que AMLO quiere vender, en camino a Oaxaca para supervisar los avances en la ayuda y reconstrucción tras el terremoto del 7-S. En pleno vuelo, sucedió el sismo que tiró muchas casas y edificios en la CDMX. Su orden fue que el avión diera vuelta de inmediato y regresara a la capital. ¿Y si eso le sucede al presidente López Obrador en un viaje de aerolínea? Ni se entera, ni tiene capacidad de reacción alguna.
El avión presidencial no es un lujo, sino una herramienta de trabajo. Tiene la tecnología y el equipamiento para gobernar al país desde ahí si es necesario. Un grupito de WhatsApp o algunas videoconferencias por internet están a años luz de ser suficientes. ¿Por qué el argumento de la pobreza no es sostenible? Porque, dicho con todo respeto, ningún pobre tiene el trabajo de gobernar a este país tan enorme en muchos sentidos y el que su gobierno no sea pobre ayuda a que reciban la atención que necesitan cuando la necesitan.
El presidente de México gobierna un territorio tan grande que lo cruzan tres zonas horarias. Si en Tijuana son las 10:00, entonces en la CDMX son las 11:00 y, fuera del horario de Verano, en Cancún las 12:00. ¿Más visual? En nuestro país caben 24 naciones europeas juntas y sobra espacio. Las sobrepuestas en este mapa suman 1 millón 629 mil 468 kilómetros cuadrados mientras que la extensión de México es de 1 millón 964 mil.
l presidente de México gobierna un territorio tan grande que lo cruzan tres zonas horarias. (Foto: BBC)
Entre esas hay economías de las más poderosas del planeta como Inglaterra o Alemania. Esta última dispone aun así de 12 aviones para el traslado de sus funcionarios de alto nivel y no son pequeños. El principal, el que usa la Canciller Angela Merkel y los más importantes de su gobierno, es un Airbus A340-300 equipado con camarotes muy confortables y toda la tecnología para gobernar Alemania desde ahí si se necesita.
Alemania tiene 12 aviones para el traslado de sus funcionarios de alto nivel y no son pequeños. (Foto: CBS)
Aun así, se utiliza además para otro tipo de misiones como atender emergencias o labores humanitarias, por ejemplo, participó en la evacuación de docenas de ciudadanos libios que estaban en peligro por la guerra civil de su país en 2011. Imagínate al TP-01 mexicano apoyando en llevar víveres a zonas afectadas por sismos y huracanes.
En contraposición, no nos hagamos de la vista gorda, con tanto boleto de avión para el presidente y su ayudantía de por lo menos 20 personas, volar en aerolínea comercial, por mucho que sea en clase turista, sale carísimo y contraproducente además de riesgoso para la seguridad del mandatario quien, si sufre un atentado, imagínate cómo le iría a la economía comenzando por la bolsa de valores, la fuga de capitales y el tipo de cambio.
Lo que yo quiero es que el presidente López Obrador tenga las herramientas y personas necesarias para llevar a este país al siguiente nivel.
*Las columnas de opinión de CC News reflejan sólo el punto de vista del autor.