Este martes, nueve diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD), entre los que figura su coordinador, renunciaron a su partido. Ahora sólo quedan diez legisladores representando al sol azteca en la Cámara de Diputados. Las razones fueron claras, nunca estuvieron de acuerdo con que el instituto político se haya aliado con el PRI en el Pacto por México.
La razón principal fue que eso les permitiría votar libremente a favor de iniciativas impulsadas por Morena, aunque descartaron sumarse al grupo parlamentario. (Spoiler: si eso sucede, el partido de AMLO lograría sumar 335 votos, algo que lo liberaría de depender de llegar a acuerdos con el PAN y el PRI).
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“De la misma manera, creo que el PRD ha dejado de abrir espacios de diálogo directo entre los militantes y sobretodo con la gente, alejándolo de los valores de la solidaridad y el diálogo. Sin esos valores, ya no es un partido donde yo pueda servir”, sentenció Ricardo Gallardo Cardona, el ex coordinador.
Esto supone el golpe que caerá sobre el partido con la fuerza suficiente como para que desaparezca. De acuerdo con la columna del periodista Héctor de Mauleón en el diario El Universal, las horas del PRD están cortadas… este morirá en julio. Esto se debe, en pocas palabras, a que las “menguadas fuerzas” que quedaban vivas del partido decidieron optar por la “autodisolución”.
A raíz de los últimos reveses, los restos del PRD enfrentaron la disyuntiva ‘de disolver o transformar’. Los Galileos y Nueva Izquierda apoyaron la disolución. En el partido, por lo demás, corren insistentes rumores de que el siguiente golpe lo dará Juan Zepeda, al pasarse a Movimiento Ciudadano.
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Lo que más prende las alarmas, de acuerdo con De Mauleón, es que el partido llevará a cabo elecciones internas en julio, algo que planea hacer de forma electrónica. Así que “el siguiente paso sería anunciar la muerte el PRD” e intentar, con las 80 agrupaciones políticas a las que el INE les negó el registro, armar “una nueva fuerza social demócrata”.
Termina una época en la vida democrática de México. Una era de conquistas innegables y de naufragio de proporciones no vistas en un partido que en dos ocasiones estuvo a punto de alcanzar el gobierno de la República.
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