* Ilustraciones por José Fabian, “Maldito Perrito”.
«Escondí cuchillos entre sillones, detrás de la televisión, debajo de la cama. Yo lo que quería era cortarle los huevos, estaba mal, en shock», confesó Michelle con un nudo en la garganta cuando recordó el abuso sexual que sufrió su hija a manos de su exesposo.
Me metí a bañar con todo y ropa, le marqué a mi mejor amiga para contarle todo, no podía respirar. Después llegaron mi papá y mi hermano para decirme que no estaba sola, cuando sonó el teléfono, mi papá no pudo aguantarse y gritó que lo iba a matar. Mario nunca llegó a casa, desapareció por seis meses.
Cuando CC News platicó con Michelle, solicitó tres cosas: no revelar sus apellidos ni rostro, cambiar los nombres de sus hijos por seguridad y crear conciencia, a través de su historia, para que otras mujeres erradiquen la normalización de la violencia.
Con el hashtag #MeTooMx, las mexicanas buscan darle voz a un flagelo silente en muchos hogares: los depredadores sexuales disfrazados de parejas.
Para Michelle, los problemas empezaron con su primer marido hace casi 15 años. Oriunda del Estado de México, pero de convicción morelense, recordó su infancia en la ciudad de la eterna primavera.
Nací por Satélite, pero desde pequeña mi papá me llevó a Cuernavaca. Mis mejores amigos son de Morelos. Cuando me tocó estudiar la universidad regresé a la Ciudad de México. Terminé la carrera y me regresé a Cuernavaca.
Era el sexto semestre en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su cabello rizado, el contoneo en una eterna pasarela de tacones y sus ojos de color enamoraron a Santiago, un estudiante de arquitectura, con el cual sostuvo una relación hasta que se embarazaron.
Era 2003 el año cuando, entre nervios, temor y felicidad, advirtió a sus papás sobre la gestación de una niña. La noticia no fue del agrado familiar, situación que poco le importó a Michelle.
Yo amaba al papá de mi hija, estaba muy enamorada. Era emocionante, estaba muy inmadura. Pero como estaba con él, no me importó.
Cuando se casó y dio luz a su primer hija, comenzó una pesadilla.
Nos casamos y fue el primer año más espantoso de mi vida. Me celaba bastante, se transformó y ya no podía saludar a nadie. Terminando la carrera nos fuimos a vivir a Cuernavaca, pero su personalidad fue fatal.
Después de un año de abusos, Michelle no aguantó más golpes y decidió separarse en octubre del 2004.
Me llamaba 50 veces al día, me llegó a encerrar en la casa. Me espiaba o seguía de lejos. Trabajaba en un banco, llegó a amedrentar a mis compañeros. Le pesaba mucho que ganara más dinero, que fuera más competitiva. Tenía un gerente gay, juraba que mantenía relaciones sexuales con él, un día llegó con una maceta gigante que sacó de la plaza para arrojarla a mi compañero. Rompió el vidrio, fue algo horrible. Me despidieron, era un sujeto peligroso.
Los celos, a pesar de vivir separados, crecieron a un nivel enfermizo.
Me decía que yo y mi hija le pertenecemos, que yo no iba a ser de nadie más. Me veía como un objeto. Me marcaba muchas veces a la oficina, y si estaba hablando con un cliente, me gritaba “ya estás de puta y de zorra”, mientras yo sonreía frente a los clientes como si nada pasara.
Los peores momentos fueron los golpes.
Cuando renuncio a mi primer trabajo, antes de entrar al banco, viajé a Oaxaca con él porque estaba supervisando una construcción. Un día me quemé por accidente con café hirviendo los pies, me regresaron a Cuernavaca para atenderme. Me la pasaba dopada todo el día por los medicamentos, a lado de mí un chico también con quemaduras en las piernas me prestó un libro para mantenerme despierta. Cuando entró mi exmarido hizo un escándalo porque el chico me prestó el libro, y me pateó en las piernas, me dio un shock nervioso.
«Perdí dos bebés, primero por las quemaduras porque estaba siempre dopada y mi cuerpo no estaba preparado, a los pocos meses en un episodio de celos me carga y me avienta a la cama, hago el esfuerzo con las piernas lastimadas y pierdo al bebé. Allí es cuando decido dejarlo para siempre», agregó.
En el proceso de divorcio, un programa familiar del gobierno estatal obligó a la pareja a tomar terapia con psicólogos, tras una evaluación los especialistas entregaban un documento para confirmar la ruptura.
Sin ese documento no te podías divorciar, entonces tomé la terapia y los psicólogos me invitaron a separarme lo antes posible, porque me casé con un potencial feminicida.
A finales del 2011 logró divorciarse, y su primer exmarido logró convertirse en una persona más educada tras una serie de terapias, demandas y acuerdos legales. En ese lapso de tiempo, Michelle se encontró con Mario, un antiguo compañero de la escuela, con quien inició una relación después de una difícil etapa.
Empezamos a tener más contacto, se fue ganando a mi hija. Nos empezamos a enamorar y decidimos vivir juntos. Me cortejó muy a la antigua, era muy lindo. Tenía mucha confianza, dejó todo en la Ciudad de México para vivir conmigo en Cuernavaca.
La presencia de Mario fue difícil para Santiago, pero después de un año lograron establecer una relación de respeto y la pesadilla del primer ex se tranquilizó.
Al arriesgar todo por Michelle, y los bajos salarios en Morelos, Mario comenzó a trabajar como coach de fútbol americano en equipos infantiles de Patriotas en Cuernavaca. Se ganó la confianza de sus nuevos vecinos, ayudó a jóvenes con problemas de adicción a superar sus problemas mediante el deporte, y poco a poco se hizo amigo de familias acomodadas en la región.
Todo parecía perfecto, su matrimonio era bueno. En febrero del 2012 nació su segundo hijo, fue un alumbramiento difícil tras descubrir que nació con problemas de paladar hendido, y a los tres meses se volvió a embarazar.
Yo ya estaba trabajando en una empresa como organizadora de eventos, y mi especialidad son las bodas. Muchas parejas se casan en jardines de Cuernavaca, entonces con una empresa me dedico a esto. Veo presupuestos con proveedores y los fines de semana duermo muy poco, máximo una hora. Pero éramos las personas más felices del mundo, mi hija quería un hermanito, todo era felicidad.
Entre un bebé con problemas para respirar y comer, además de un tercero en puerta, los problemas maritales se acrecentaron, en especial los económicos. El poco sueldo de Mario junto a cinco bocas que alimentar desataron el caos.
Durante dos años mantuve a Mario, él ganaba muy poco. Los trabajos en el área de comunicación pagan muy poquito. La verdad es que le exigí buscar algo mejor, y consiguió un trabajo filmando comerciales y estrategias políticas para diputados y senadores en la Ciudad de México, entonces viajaba todos los días y llegaba muy tarde.
Para el 2013, con el nacimiento de un tercer bebé y una operación de ligadura de trompas para no tener más hijos, Michelle sufrió una baja de plaquetas, además de una ausencia en el hogar.
Cuando regresé mi hija estaba muy feliz, pero no dejaba de llorar, pensé que era por el tiempo que estuve en el hospital. Su comportamiento se tornó muy raro, pero lo dejé pasar.
A los nueve años, su hija empezó a comportarse de una manera poco habitual. Según su relato, las señales de un abuso sexual estuvieron latentes, “¿cómo el sujeto al que amas podría hacerle daño a tu niña?”, se preguntó con la voz entrecortada.
En más de una ocasión escuchó gritar a su pequeña en la madrugada.
¡Mamá! Mario no me deja dormir, me está molestando.
En la puerta de su cuarto estaba su entonces marido con dulces, chocolates y regalos.
¡Tu hija es una grosera, le traigo cosas y le doy un beso de buenas noches. Mira cómo reacciona, me la paso trabajando, casi no veo a mis hijos, cuando vengo a verlos no deberían ponerse así!.
Alegó el sujeto varias veces.
Te pido, por favor, no entres a su cuarto sin su permiso y menos en la noche. Que sea la última vez que lo haces.
Esta exigencia se repitió varias veces.
Mi marido se peleaba mucho con mi hija. Mis papás no soportaban esta situación. Él empezó a ganar muy bien, hasta 35 mil pesos al mes, yo nunca vi un peso después de mantenerlo por dos años.
Hasta una tarde familiar del 26 de febrero del 2015 junto a su hija y su papá, Michelle encontró una nota en su estuche escolar.
“Te odio Mario, y te voy a odiar siempre por lo que me haces”.
La letra era de su hija.
Yo le pregunté a mi niña varias veces si algo pasaba, siempre lo negó. Le dolía la cabeza y se la pasaba enojada. Hasta que encontré la nota. Estaba haciendo limpieza en su recámara, y cuando la leí supe que algo no estaba bien.
En ese momento, abrazó a su hija y lloraron juntas. La pequeña acusó a Mario de tocarla de formas indebidas durante dos años seguidos a escondidas.
Abracé a mi hija y le dije que me perdonara, le dije que jamás en la vida le volvería a ocurrir esto, que me perdonara por haberlo traído a la casa.
Esa noche, Michelle arregló unas maletas y compró unas bolsas negras. Tomó algunas prendas de su niña para pedirle a su papá que pernoctara con sus abuelos, a unas cuadras de distancia.
En la carretera, Mario indicó que pronto llegaría a casa.
Nunca le dije que sabía todo lo que hizo. Fingí un día normal, le mentí a mi papá que tenía que hablar con mi marido y no quería que mi hija escuchara el pleito. Los bebés ya estaban dormidos. El cuerpo me temblaba, no sabía qué hacer. Me bañé con agua fría y con la ropa puesta. Escondí cuchillos por toda la casa de manera inconsciente, guardé toda su ropa en bolsas. Quería que llegara para cortarle los huevos.
Su hija con sus abuelos no soportó la presión y confesó todo. A los minutos su papá y hermano llegaron para ayudarla, en una llamada de Mario, su padre no soportó escuchar la voz del hombre que abusó de su nieta, en el altavoz le advirtió su suerte de llegar a casa.
Efectivamente, Mario no regresó. Al día siguiente la familia acudió a denunciar ante la Fiscalía General de Morelos por los abusos sexuales e inició una carpeta de investigación, su segundo exmarido se dio a la fuga. Los médicos confirmaron lo peor: “lesiones en el ano” de la menor de edad.
De hecho, desapareció más de seis meses, el único vínculo era la novia de su hermano. La dirección de sus familiares era una conversación poco habitual.
Para mí se murió la persona con la que me casé.
Mediante el apoyo de su cuñada, lograron ubicarlo en Tijuana. Las autoridades de Morelos, en coordinación con la Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California lograron detenerlo en agosto del 2015.
Tres años de juicios, abogados y declaraciones fueron uno de los procesos más desgastantes para Michelle. Escuchar nuevamente el testimonio de su hija en la corte, sufrir una serie de insultos de su exmarido en la sala de juicios orales y observar cómo el sistema penitenciario sucumbe ante los sobornos la destrozó.
Hace 15 días, las autoridades dieron un fallo por tecnicismo legales a través de un movimiento jurídico de los abogados de su exmarido para darle libertad condicional al presunto violador de su hija.
Hoy, sólo busca interponer una demanda de restricción para evitar que se acerque a su familia.
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