No cabe duda que desde la tragedia de aquel sismo de 7.1 grados, la mayoría de los capitalinos vivimos con un temor latente que nos estremece cada que escuchamos la temible alerta sísmica. Aquel aterrador sonido nos hace recordar aquella tarde en que muchos de nosotros perdimos todo lo que teníamos reduciéndose en escombros y que por unos instantes nuestra única preocupación era el bienestar de los nuestros. El amargo recuerdo cicatriza en la memoria de cientos de personas de la Ciudad de México, Oaxaca, Guerrero, Estado de México, Puebla y Morelos.
Aquella tarde, Erik Antonio de 11 años iba rumbo a su escuela en el pueblo de Jojutla, Morelos donde la reducida población permite que todos en el pueblo se conozcan y por esa razón su familia no tardó en enterarse que se quedó a medio camino. Lo encontraron entre casas que colapsaron a su alrededor donde una teja lo golpeó tan fuerte que se incrustó en su cabeza. Así, Erik quien hasta antes de ese día llevaba una vida tranquila y normal, despertó con el cuerpo paralizado y con dificultades para hablar. En ese momento su vida se transformó en una constante lucha por recuperar lo que le fue arrebatado.
Jojutla Morelos después del sismo. (Foto: Milenio)
Estragos del terremoto
Erik fue internado y operado en un hospital en Morelos donde los médicos extrajeron el fragmento de teja, a pesar del éxito en tan difícil intervención quirúrgica, su salud seguía delicada. Durante seis semanas el hospital se convirtió en su nuevo hogar y su familia se encargó de su cuidado esperando un milagro para que Erik se recuperara de una herida que le dejó parte del cerebro expuesto.
Después de un mes de terapia intensiva, Erik regresó a su casa sin sospechar que aún tenía que superar una prueba más para sobrevivir: la herida le provocó una hernia. Ante la delicada situación, fue necesaria una segunda operación haciendo que el hospital formara parte de la vida diaria de Erik.
(Foto: Secretaría de Marina)
Con trabajo de rehabilitación, paciencia y fuerza de voluntad, poco a poco Erik recuperó movilidad motriz y el habla. Sin embargo, aún no era suficiente para que pudiera llevar la vida que todo niño de once años debería tener. Para ayudarlo, un equipo médico comenzó a evaluar una alternativa tan compleja y especializada que se asemejaba a un relato de ciencia ficción.
Otra oportunidad
La propuesta era una cirugía que reemplazara el fragmento faltante de cráneo por una placa de titanio. Tras un arduo debate médico decidieron seguir adelante con un equipo especializado porque cualquier error, por mínimo que fuera, podría ser fatal para Erik quien demostró su voluntad de vivir.
(Foto: Secretaría de Marina)
Los neurocirujanos navales de la Secretaría de Marina-Armada de México hicieron la intervención en el Hospital General Naval de Alta Especialidad, en la Ciudad de México. La craneoplastia reconstructiva fue el 09 de mayo y después de tres horas de trabajo, los médicos especialistas navales colocaron una placa de titanio en el cráneo de Erik para proteger y mejorar su recuperación neurológica.
(Foto: Secretaría de Marina)
Además de resguardar a la ciudadanía de desastres naturales, la Marina se sumó a la recuperación de Erik Antonio, un niño que durante meses llevó consigo las consecuencias de la imprevisible naturaleza. Aunque su vida parece recuperar su rumbo, Erik ya no es el mismo, maduró a punta de cirugías y ha llegado a comprender que todos merecen una segunda oportunidad. Hoy ya está con su familia, fue dado de alta el 10 de mayo y pronto podrá volver a la escuela. Su gusto por estudiar matemáticas es casi tan insólito como su extraordinaria historia de recuperación.