¿Te ha tocado que alguno de tus tíos propone arreglar la casa de la abuelita que servía para fiestas familiares y que además era el punto de reunión por ser un sitio conocido y de referencia para todos, pero una vez que lo remodelan y le instalan tanta cosa que termina inservible? Pues algo así le pasó a la Plaza Pugibet, en el Centro Histórico.
Resulta que en octubre de este año, vecinos del barrio de San Juan, en el Centro Histórico, se encontraron con que dicha plaza, que era utilizada como espacio de convivencia y para el desarrollo de manifestaciones artísticas y culturales, estaba cambiando… y le pasó lo que a la casa de la abuelita: la echaron a perder.
Los puestos metálicos amurallan una plaza que antes fungía como lugar recreativo (Foto: Tatiana Maillard)
Esto lo notaron dos mujeres, haz de cuenta las tías de la familia que organizan las reuniones, Libertad García, fundadora de Punto Gozadera, un espacio de encuentro feminista y también Cristina Zaragoza, quien desde hace dos años gestiona el Centro Cultural sobre Ruedas, proyecto que hace uso de un remolque para llevar propuestas escénicas a la plaza.
También padeció el problema Karina Franco, vecina de la zona y activista por los derechos de la infancia: la plaza que conocían y que antes poblaban los vecinos, ahora se extendía como un territorio de difícil tránsito, donde ya era difícil sentirse bienvenido. Dice Cristina Zaragoza:
Destrozaron nuestra dinámica cultural y de convivencia. Además, el trabajo que hemos realizado con la comunidad, puede quedar anulado.
Desde hace unos meses, el tránsito por el parque se complicó por dos razones: la primera tiene que ver con las obras de remodelación de la plaza, que contemplan la colocación de 12 bustos de locutores radiofónicos alrededor de una rotonda; la segunda, se debe a la instalación de 110 puestos metálicos que se extienden como muros a lo largo del espacio y que tienen como finalidad la reubicación temporal de los comerciantes de artesanías del mercado de San Juan.
Estos puestos llegaron como una invasión”, dice Libertad García. “Ninguna autoridad avisó a los vecinos que serían instalados. Sólo aparecieron. Aquí la pregunta es cómo queremos construir las ciudades: ¿más verdes, habitables y seguras? ¿O más estrechas, hacinadas y feas?”.
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¿Se perdió la vida comunitaria?
Para entender la molestia de estos habitantes del barrio, quienes contaron a Cultura Colectiva News toodo este problema, basta comparar lo que hasta hace unos meses era la Plaza Pugibet (conocida también como Plaza de San Juan), y lo que es ahora:
Ubicada entre las calles de Ernesto Pugibet y Buen Tono, la plaza comparte espacio con templos, mercados y comercios. En 2008, este espacio fue beneficiado por el Programa de Mejoramiento Barrial, una iniciativa de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) que apoya proyectos de vecinos y organizaciones comunitarias para la creación de lo que se conoce como “infraestructura social”, es decir: mejora de parques, áreas recreativas y apoyo a proyectos culturales o ecológicos, entre otras cosas.
A pesar de que se prometió incrementar la vigilancia, no se ven policías en los alrededores (Foto: Tatiana Maillard)
A partir de entonces, la plaza fue remodelada, se instalaron juegos y un gimnasio al aire libre. Con los años, los vecinos se fueron apropiando del lugar. Por ejemplo, en 2015 abrió sus puertas Punto Gozadera, un espacio feminista fundado, entre otras personas, por Libertad García, vecina de la zona:
Nuestra vinculación con el barrio fue lenta. Al principio existía rechazo. Ahora, vecinos y vecinas reconocen el lugar, aunque no sientan afinidad. En la Gozadera apreciamos la plaza, porque existe una gran diferencia entre salir por la puerta y encontrarte un arroyo vehicular, que salir y hallarte con un parque.
La comunidad feminista y LGBT de La Gozadera utilizaba el parque todos los viernes para retas de futbol. También hacían proyecciones al aire libre y ofrecían conciertos. Un año después, en 2016, Cristina Zaragoza, quien también es vecina de la zona, instaló el Centro Cultural sobre Ruedas, un proyecto que fue apoyado con presupuesto participativo y que funciona como escenario al aire libre.
“Esta era una de las pocas plazas que todavía mantenía un sentido barrial y comunitario”, cuenta Karina Franco, consultora y especialista en derechos de la niñez. “El Centro Histórico es una zona principalmente comercial, por lo que espacios de esparcimiento son casi inexistentes. La Plaza de San Juan era el único que tenía un área específica de juegos y llegabas a ver hasta 30 niños y niñas. Pero llegaron los puestos, las obras y los niños desaparecieron.
¿Imaginas instalar un laberinto de muros y pasillos metálicos?
En el presente, la Plaza de San Juan es un espacio radicalmente distinto al que dibuja la memoria reciente de los vecinos: hoy, una hilera de puestos de metal grafitteados limita el paso. Son más de cien tiendas que forman muros y pasillos estrechos donde antes había un área despejada. Por si fuera poco, algunos de los puestos han sido utilizados como baños públicos.
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La instalación de los puestos arriesga la seguridad de las asistentes a Punto Gozadera (Foto: Tatiana Maillard)
En octubre pasado, la Secretaría de Desarrollo Económico (SEDECO) –imagina que es el tío rico de la familia– instaló estos puestos, para que fueran ocupados por algunos de los 172 locatarios del mercado de las artesanías, el cual resultó afectado por el sismo del 19 de septiembre de 2017. A la fecha, sólo algunos son utilizados, mientras que los restantes permanecen cerrados.
Un día vimos que estaban poniendo los puestos, los vecinos nos acercamos a preguntar y dijeron que era una medida temporal. Posteriormente, la instalación de los puestos se volvió más extensa, pero las autoridades de Sedeco no respondieron a nuestras dudas sobre el tiempo que durarán en la calle.
Las vecinas relatan que la convivencia se ha visto afectada: con las obras de remodelación y la instalación de los puestos, es imposible que ocupen un espacio al cual tienen derecho y en donde han generado vínculos comunitarios.
Otro tema que les preocupa es la inseguridad. De acuerdo con Cristina Zaragoza, los puestos no sólo obstruyen el paso, sino que incentivan la delincuencia, ya que forman pasillos estrechos donde podría sorprenderse a quienes transitan alrededor. Esto lo corrobora Libertad García, quien dice que semana con semana, al menos un usuario de Punto Gozadera ha sido asaltado en la plaza.
Pero también existen otras repercusiones. Por ejemplo, en Punto Gozadera llevan a cabo actividades de apoyo a mujeres sobrevivientes de ataques sexuales. Pero desde que instalaron los puestos, han tenido que tomar precauciones:
Desde hace tres años contamos con un grupo de apoyo terapéutico, que trabajan con sobrevivientes de abuso y violencia sexual. Pero los pasillos y gabinetes tienen una afectación directa en el plano de lo simbólico y lo psicológico para las asistentes, pues son espacios donde pueden suceder agresiones. Por eso hemos recorrido el horario de estas actividades, las hacemos temprano.
A pesar de que la alcaldía aseguró que el parque está resguardado por policías, unos reporteros de Cultura Colectiva News visitamos el lugar y no encontramos ninguno, el recorrido fue de aproximadamente media hora.
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Vecinos y promotores culturales temen por las repercusiones de la transformación de la plaza (Foto: Tatiana Maillard)
Por otro lado, la remodelación de la calle de Pugibet, que incluye la instalación de 12 bustos de locutores en el centro de la plaza, afecta la labor de personas como Cristina Zaragoza, pues limitará el espacio para la realización de actividades artísticas.
El trabajo cultural que hemos realizado todos estos años se ve amenazado. Hemos consultado a la Autoridad del Espacio Público para que respeten ese espacio, pero no nos han hecho caso.
Desde 2016 el Centro Cultural sobre Ruedas lleva propuestas artísticas a la Plaza de San Juan (Foto: Tatiana Maillard)
Libertad cuenta que la Autoridad del Espacio Público les solicitó juntar firmas para evitar la reducción del espacio con la instalación de los bustos, pero no ha servido de mucho.
No queremos los bustos, porque queremos que la plaza sea funcional. Pero tengo la percepción de que los vecinos somos la última población de interés: somos los que usamos el espacio público y le damos diferentes usos, pero no somos escuchados.
Por su parte, Karina Franco indica que, aunque el alcalde de la Cuauhtémoc, Néstor Nuñez aseguró a los vecinos que los puestos metálicos durarán únicamente siete meses, en lo que el mercado de San Juan es remodelado, ni los habitantes del barrio ni los locatarios cuentan con garantías de que esto ocurrirá así. Incluso, desconfían de que los comerciantes recuperen sus mercados, pues hasta el momento no conocen el plan de remodelación.
Como verás, en este caso más hubiera valido aplicar aquella de “si no está descompuesto, no trates de arreglarlo”.
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