Su apodo siempre fue “El Guerrero”, en honor al estado que lo vio nacer. Para el 2012 conocía cada movimiento de “La Quinta”, como llama a su pasado en el Centro de Reintegración Social para Adolescentes de Zinacantepec en el Estado de México.
Alto, marcado, ceja poblada, tez blanca y con acento sureño, El Guerrero es un mote para un joven que prefiere el anonimato. Pero ya hizo suficiente, pues se atrevió a revelar todas las prácticas de tortura, extorsiones y tributo a los líderes al interior de las prisiones mexiquenses.
«Para sobrevivir hay pocas opciones. Jalas con la “madrota”, o tienes “padrino”, o te vas de a “soldado”. Si jalas con la “mamá”, no te cobran. Pero si vas de a “soldado”, te extorsionan hasta con lo más mínimo».
Dentro de las cárceles el lenguaje se transforma para evitar, precisamente, que los custodios entiendan las conversaciones de los internos. Por ejemplo, la “mamá” o “madrota” significa el líder de un grupo de dormitorios que extorsionan a los demás prisioneros a cambio de dinero, mientras que “padrino” representa al compañero que te ayuda a defenderte. Finalmente, ir de “soldado” se interpreta a las personas que se encuentran solas en la prisión.
Al interior de La Quinta, las opciones para sobrevivir eran muy pocas. (Foto: Facebook / Reinserta)
El Guerrero trabajó para una “madrota” durante mucho tiempo y aún recuerda los costos de las extorsiones a sus compañeros.
Según su testimonio se paga por semana, pero siempre depende cuánto quiera la “mamá”. Piden desde una refresco hasta 3 mil pesos y como hay presos que no tienen visita ni familia, «ellos le chingan lavando ropa para ganar algo y comer».
Pero quienes no pagan a tiempo reciben castigos ejemplares.
«Te toca de todo, desde ‘putizas’, toques con los cables de la luz, que te dejen desnudo en una cama de piedra, te roban tus cobijas, roto martillos, bombones, chiricuasos, te mojan cuando estás dormido. El chiste es que te castren todo el perro día».
Víctimas y victimarios, pagar o morir, sencillamente en la cárcel obedecen a la ley de la selva donde el más fuerte es rey, pero de no seguir a los líderes, la muerte es segura. En “La Quinta” no era frecuente que amanecieran “fríos”, pues eran puros linchados.
«Recuerdo cuando a uno le sacaron el ojo de un golpe con un candado, le reventaron el globo. A otros siete les tumbaron los dientes porque eran una banda que se dedicaba al robo, a esos los mandaron al hospital. Era un linchado cada diez días».
Para Guerrero, el reciente motín en el penal de Chiconautla en Ecatepec para intentar asesinar a Luis Alberto González, alias “El Tato”, un recluso que se dedicaba a extorsionar y torturar a sus compañeros, es un acto común entre los internos. Y es que eso pasa con los motines; a los procesados no los quieren en población, así que cuando uno baja, todos quieren casi matarlos. Aunque después, dice El Guerrero, hay que pagarle a los comandantes alrededor de 700 por persona para que no los pongan en la lista negra.
El derecho de piso va desde una coca para todos, hasta los 3 mil pesos semanales. (Foto: Alfa Diario)
En el Estado de México hay 21 penales estatales con una población penitenciaria de 25 mil prisioneros, las cárceles de Chalco y Ecatepec se encuentran en la lista de los más saturados del país. Para Ricardo Vilchis Orozco, Visitador General de Supervisión Penitenciaria de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM), el principal problema en las cárceles mexiquenses es la sobrepoblación.
«De los 26 mil, hay una un excedente de 16 mil personas más en los centros penitenciarios, eso es un 163 por ciento de su capacidad normal. Al mes de octubre hemos visto que en 12 prisiones hay sobrepoblación, en consecuencia, son menos autoridades para controlar a tanta gente.
El Centro Penitenciario de Chalco está rebasado en un 380 por ciento de su capacidad, luego le sigue el penal de Neza Bordo, que se supone tiene una capacidad de mil 834 personas pero que en realidad aloja a 4 mil 196, es decir, 2 mil 352 personas más que duermen hacinados. «Sencillamente no tienen una vida digna», sentencia Vilchis.
La CODHEM en sus visitas a las cárceles estatales supervisa los derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad con el objetivo de conocer las violaciones al interior de los penales para generar recomendaciones y vigilar el respeto a los reos.
«Muchas personas creen que las personas privadas de su libertad pierden todos sus derechos al cometer algún delito, pero no, se humaniza la pena para cambiar esa idea de venganza. Hoy se apuesta a la reinserción social, para darles herramientas útiles para que no vuelvan a cometer estos actos».
Hay una sobrepoblación de 16 mil personas que viven hacinados en los penales mexiquenses. Ricardo Vilchis. (Foto: CODHEM)
Lamentablemente, a las cárceles mexicanas se les conoce como la “Universidad del Crimen”, porque los internos que cometieron crímenes menores aprenden nuevas técnicas de violencia y sometimiento.
Lupita (nombre falso) es miembro del personal técnico en el sistema penitenciario en el Estado de México, solicitó anonimato por temor a una represalia o despido injustificado en su trabajo como docente en las cárceles. Ella aseguró que ha visto visitadores de derechos humanos poco comprometidos con su trabajo, en muchos casos entrevistan a los reos frente a los custodios, quienes normalmente golpean a los internos en zonas poco visibles, por lo tanto los prisioneros no revelaran las torturas por temor a un fuerte escarmiento.
«Tengo 10 años trabajando en el sistema, a lo largo de ese tiempo, veo cómo hay visitadores de derechos humanos que se limitan a ver lo que les quieren presentar o les ponen en frente, he visto alumnos con deseos de hacer cosas distintas y otros que regresan porque ese es el modo del que saben vivir. Creo que lograr que el sistema penitenciario esté como se encuentra hoy ha sido producto del hacer y dejar hacer de muchos».
Lupita: «Mejorar el sistema penal en México es comenzar por su origen, no es la reinserción». (Foto: MSN)
Los internos, inocentes muchos o culpables otros, deben readaptarse socialmente para no volver a cometer delitos. Hay organizaciones como La Cana, un proyecto híbrido entre una empresa social y fundación, que apoyan a personas privadas de la libertad a aprender las herramientas necesarias para elaborar productos de moda con el objetivo de obtener un trabajo bien remunerado al interior de los penales, mejorar su calidad de vida y lograr su reinserción social.
Según la directora de La Cana, Daniela Ancira, ellas trabajan con mujeres privadas de la libertad en Barrientos, en Nezahualcóyotl Sur y en Ecatepec, en cada penal hay entre 250 y 300 internas que son tejedoras, ellas crean distintas figuras como el peluche de la perrita rescatista Frida. La reinserción social es importante, y más cuando motivas a las internas con un sueldo muy bien remunerado, atención psicológica y talleres que les sean de verdad útiles para mejorar su calidad de vida.
Ancira aseguró que el hacinamiento, la sobrepoblación y la falta de actividades en los penales mexiquenses provocan un malestar generalizado en los internos que buscarán distraerse a través de la violencia.
«Es un conjunto de problemas que inciden en el sistema penitenciario fallido que tenemos. Desde la falta de servicios de salud, higiene, el poco personal para controlar a tantas personas, la extorsión entre internos hasta los custodios, el hacinamiento, entonces se trata de un lugar donde las personas hacen todo para sobrevivir».
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