En 1963, el historiador de arte Peter Selz dio un mote al arte pop de Andy Warhol (Pittsburg 1928, Nueva York 1988). «Es fácil», dijo en una entrevista. Desde entonces, Warhol se dedicó a reafirmar la idea. Para entonces, ya existía la serie de 32 latas de sopa Campbell’s (1962), y estaba en proceso la serie de Marilyn Monroe que terminó hasta 1967, sus obras más emblemáticas.
Esta no fue la primera vez que Andy robó las ideas de otros para ponerlas como propias y hacer arte con ello. Si le decían que su arte era ‘fácil’, él manufacturaba serigrafías en completo desinterés por el mero placer de volverlo fácil. Si le decían excéntrico por filmar seis horas del sueño de un amigo suyo para presentarlo como la máxima creación dentro de la Factory —su taller de trabajo— hacía más excéntrica la secuencia, y para hablar de dicha obra se presentaba a las entrevistas hablando de él en plural y remataba el acto con una serie de «sí» y «no» a todo cuestionamiento.
Warhol en la Factory, 1965. (Foto: Phaidon)
Las décadas de los 60 y 70 estuvieron llenas de ‘warholadas’. No sólo los museos, las galerías y los medios se atiborraron de Warhol, la gente de a pie hablaba del hombre raro que hacía ordinarieces igual que producía serigrafías o daba sus dibujos en miles de dólares. ¿Pero Warhol era en verdad la Carmen Salinas del arte de su tiempo? ¿Cualquiera pudo haber mantenido 25 años de excentricidad en el ojo público haciendo “arte que cualquiera podía reproducir” pero exponiéndolo en los museos más importantes del mundo? No realmente.
Warhol no era un improvisado, se graduó de la escuela de Artes de Carnegie Mellon University en Pittsburg; sabía de diseño, de historia del arte y hasta de psicología, pero más que nada sabía de marketing y tenía un don especial para mantener el interés en lo que hacía, incluso si eso era un acto tan común y corriente como comer una hamburguesa de Burger King. Andy era el mejor vendedor de ideas que parecían aire, un aire denso y caro.
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Andy comiendo una hamburguesa, filmado por el cineasta Jorgen Leth en 1982.
Cavalier: ¿Ha conocido a alguien que haya comprado su obra?
Andy Warhol: A una persona, y todavía hoy siguen devolviéndome obras sin haberlas pagado. A menudo por motivos personales.
C: ¿Qué quiere decir? ¿Que las han colgado mal o que no les gustan?
AW: No, simplemente me las devuelven. No tiene nada que ver con el precio. Pueden permitírselo.
Este es un fragmento de la entrevista que le hicieron Sterling McIlhenny y Peter Ray a Andy para la revista Cavalier en 1966. Las preguntas de la entrevista más bien eran una serie suposiciones sobre la falsedad de las cajas de jabón Brillo que Warhol presentó en una exposición en Nueva York en 1964. A cada pregunta, Andy respondió una evasiva que formó un discurso cínico sobre las suposiciones de los periodistas. Al final, le cuestionaron si había estudiado artes y él contestó que no. Tajante, sólo reafirmó su trascendencia social y su gusto por las fiestas.
https://www.youtube.com/watch?v=paQtSOIfBbw
Andy en la London Gallery haciendo ‘Warholadas’.
Bajo esta óptica, el arte pop de Warhol tenía un solo cometido: reafirmar los prejuicios de los otros. ¿Qué más valioso que aquello que te dice lo que ya crees? El éxito y la popularidad del arte de Warhol tiene muchos contextos, pero hay algo que no se puede soslayar: la construcción perfecta del personaje. El actor. Un timo con sentido artístico.
Respecto a sus curiosidades, hay varias que no son muy conocidas pero que cuando se saben, ayudan a comprender mucho de sus filias, afectos y fobias, que al final, sirven a la lectura de todo eso que vemos en los museos sobre él, y que a estas alturas no entendemos por completo.
En pocas palabras, estos son los datos curiosos de: El extraño Andy Warhol. Nunca aceptó la muerte de su madre y hacía parecer que ella estaba viva. Iba a la iglesia católica bizantina rutena todos los días. Estuvo obsesionado con Truman Capote al grado de imitarlo. Diseñó a regañadientes la portada de un disco de Miguel Bosé en 1983 llamado Made in Spain. Visitó con fervor al Papa Juan Pablo II en 1979. Pintó su propia versión de la Última Cena de Da Vinci. Pidió que en su velorio le pusieran una peluca dorada.
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