Somos víctimas de la moda. Con el transcurso de los años intentamos llevar el paso a las tendencias aunque el dinero no nos alcance o no tengamos idea de cómo una prenda regresó a las pasarelas. Esto se debe a lo que conocemos como “La ley de Poiret”. El diseñador que abolió el corset, Paul Poiret, aseguraba que la moda era cíclica como una rueda que iba cada vez más rápido hasta un estado de desmesura y es en ese punto, decía, cuando la moda caía para darle paso a otras tendencias: “todo exceso en tema de moda es signo de final”, recitaba.
El enunciado de Poiret, que se ha hecho casi una ley universal, es el mejor ejemplo y comprobación de lo que ocurre cuando las tendencias se quedan fuera de la haute couture para conformar parte de la masa, un nicho al que en realidad nadie quiere pertenecer.
Todos huimos para no ser catalogados como parte de esa mayoría abstracta que no sabe o no puede tomar decisiones por sí misma, que se deja influir por lo que los demás aseguran y van con la corriente esperando adquirir individualidad aunque en el fondo sepa que no es posible.
En el libro de Guillaume Erner se asegura que, además del postulado de Poiret, existen otros tres elementos para las leyes de las tendencias: la profecía autorrealizadora, el concurso de belleza y actuar a pesar de la incertidumbre. Con el primero, Erner nos muestra el engranaje del sistema de la moda: sólo se necesita que una personalidad calificada decrete la tendencia para que se convierta en tal; a esta persona podemos llamarle “trendsetter” y él se encargará de difundir una prenda, un diseño o un estilo de vida entre el resto, para que los adaptadores tempranos, y más tarde la masa, lo vean y adquieran.
En cuanto al concurso de belleza, se trata de sujetarnos al juicio del resto del mundo para adaptarnos a lo que ocurre con base en el comportamiento de la mayoría y, así, intentar la generación de nuestra identidad con recortes del resto. Decía el economista Keynes que “gana el que adivina mejor lo que la masa va a hacer”.
Al final, sólo queda acoplarnos para sobrevivir con nuestras prendas básicas y un combinado casual entre lo que está de moda. Esta parte, el apartado más real sobre la moda y nuestra relación con ella, es “actuar pese a la incertidumbre” o como solemos conocerlo mejor, improvisación: Tenemos en nuestro clóset algunas prendas que nunca pasarán de moda como la chamarra de cuero. A ella le sumamos algunos artículos que están en boga y tenemos como resultado un look perfecto que, lo sabemos, no está del todo en tendencia pero nos sentimos parte de quienes lo están. Lo mismo ocurre con unos jeans, una camisa de mezclilla o el pequeño vestido negro.
Sólo para aclarar, las tendencias de moda sólo son un pequeño brazo de las macrotendencias; mismas que, con resquicios globales, predice lo que sucederá en distintos ámbitos sociales a futuro. Si quieres saber más sobre éstas, puedes ver nuestro artículo: “Coolhunting: la ciencia de las tendencias”.
Según Melissa Molan, directora creativa de Womenswear en “Fashion Snoops”, existen tres señales claves para conocer que una prenda ha dejado de estar “a la moda” o qué será lo que se desvanecerá rápidamente para llegar al olvido:
Sólo aparece en tiendas
Según Melissa Molan, en la industria de la moda todo el tiempo debes saber lo que ocurre en cada nivel del mercado. Observas las tendencias, ves las prendas desde el comienzo hasta que el sistema de la moda lo acepta. Más tarde ocurre el declive y después, te das cuenta cómo es su proyección en las tiendas comerciales a nivel masivo. Cada tienda y marca adapta la tendencia en algún punto. Lo que ves en las pasarelas no está en las tiendas pero existen algunas tendencias que existen en todos los niveles del mercado. El problema se da cuando las prendas sólo están en las tiendas, lo que señala que ni siquiera forma parte del objetivo de los diseñadores o las grandes firmas.
Es parte del fast fashion o es imitación
La moda que existe en las grandes tiendas internacionales donde los más jóvenes se dan lugar para adquirir ropa de poca calidad a precios accesibles, se da con base en simples imitaciones. Los looks que realizan grandes diseñadores tardan más tiempo en llegar a las tiendas. Los retails de fast fashion tienen mayor ventaja sobre las marcas contemporáneas porque su velocidad, cantidad y habilidad para probar una tendencia antes que el resto lo permite. En cambio, muchas marcas femeninas realizan menos cantidad de prendas por el riesgo a que una mujer no intente probar nuevos estilos. Las marcas y las tiendas prefieren ver cómo se comporta el público antes de darlo todo. Así, si una prenda no se pone “de moda”, nunca la verás en grandes tiendas.
Su precio es muy accesible
Críticos de moda, bloggers, editores, etcétera, tienen una apariencia única porque combinan su vestimenta con los artículos nuevos del mercado. El público busca comprar lo que ve con ellos y el fast fashion se los permite. Pero del mismo modo, las tendencias se vuelven accesibles casi al mismo tiempo en el que son creadas, por lo que su ciclo de vida se acelera potencialmente.
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Si aún crees que la moda es tan banal que no te aporta nada, si consideras que la industria textil es una pérdida de tiempo que sólo enriquece a unos cuantos y quieres explotar cada vez que alguien te habla de diseño, puedes leer “Por qué la moda es el arte del Siglo XXI” y “Razones por las que Moda no es sólo usar ropa bonita”.
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Referencia: WhoWhatWear