Luego de siglos en los que la moda era el arte del vestido y no una cuestión de consumo, llegó la época en la que se rompió todo arquetipo artístico para dar paso a un modelo industrializado al que sólo le interesa producir en masa y con materiales de poca calidad, sin pensar en sus consumidores, sólo en la ganancia que esto pueda dejarles. En la antigüedad, la calidad de una tela se medía por la dificultad de conseguir dicho material y así fomentar un “nivel de estatus social”, pues se debía ser alguien con influencia para poseer esta clase de telas. De manera rápida, estos comportamientos se convirtieron en tendencias para exaltar a una persona por encima del resto de la sociedad.
Un claro ejemplo de esto fue la moda del siglo XIII en Asia: una mujer que asistía a un baile real ajustó sus pies con vendas para aparentar una media luna con ellos, para que así su baile luciera perfecto al momento de ejecutarlo. Este acto de inmediato fue aceptado por la realeza, la cual le dio acceso instantáneo a los privilegios de los grandes niveles sociales de aquella época. Después de este evento, todas las mujeres comenzaron a imitarla con el fin de ganarse el favor de la nobleza —hombres de buenas familias para casarse—, y sometían a sus pies a técnicas tortuosas para lograr que estos midieran no más de 12 cm de largo.
El último caso que se conoció de esta práctica fue en 1957; sin embargo, en la actualidad, las mujeres ancianas de Asia que tienen dicha transformación esconden sus pies, ya que los estereotipos de occidente han convertido a esta práctica oriental del siglo XIII en algo que se considera una deformidad, y rechazan a sus practicantes milenarias.
Hoy la publicidad y el mercadeo juegan un papel determinante en el diseño y la moda. Algunas empresas han desechado la costumbre artística que consistía en la aparición de dos colecciones anuales que saciaban el deseo y la necesidad textil de las personas, las cuales veían a la moda como algo puramente artístico y duradero, pues la calidad hablaba de la belleza a la hora de ser vestida, pero el mercado cambió los estándares de forma radical, lo que provocó que ahora existan 12 colecciones anuales, y las piezas están fabricadas con materiales baratos y de poca calidad. Un término para denominar este fenómeno es el “fast fashion”.
El auge del capitalismo por tomar espacios fértiles —como lo era la moda hace unos años—, agredió los espacios de la moda actual para que algunas empresas los tomaran y formaran una revolución para saciar las necesidades de una sociedad ingenua a la espera de que la publicidad imponga las “tendencias”. Así lo expresó Bauman: “Las organizaciones no capitalistas ofrecen un terreno fértil para el capitalismo: el capital vive de la ruina de esas formaciones, y aunque ese ambiente no capitalista es indispensable para la acumulación, ésta última avanza a sus expensas, devorándolo”.
De esta manera se ha degradado una tradición artística de siglos a nivel mundial, que con ayuda de la globalización permitió que los diseñadores más aclamados fueran conocidos hasta los rincones más lejanos; sin embargo, esto se le está yendo de las manos a los creadores al perder el arte del diseño, confección y costura para adecuarse a la velocidad de la producción industrial que convierte a la moda en un fast fashion.
“Cada peso que depositamos en la caja registradora de muchas de las grandes marcas para que nos vistan con prendas bonitas y económicas, fabricadas con materiales de la peor calidad y con mano de obra barata, alimenta un sistema perverso que, en últimas, a quienes más beneficia es a los amos y señores de una serie del textil”.
—Cartel Urbano, 2015
La publicidad ha creado estándares estéticos tan extremos que hacen de una persona no “adaptada a una tendencia de moda actual” un segregado por la sociedad “purista de la moda”, una moda inexistente en la época industrializada actual.
Una de las alternativas para no seguir alimentando este sistema capitalista es invertir en la compra de ropa que nos dure más tiempo y en diseños de artistas locales que aún creen en la moda como arte, ya que a las empresas sólo les interesa ofrecernos ropa de poca calidad, pues ellos son los únicos que se benefician con el hecho de que gastemos dinero cada mes por renovar nuestro guardarropa.
**
Solemos emocionarnos cuando las tiendas ponen en descuento la ropa de temporadas anteriores, porque creemos que de verdad estamos pagando poco por una prenda; sin embargo, existen errores que muchas cometemos al comprar en época de rebajas, por eso te aconsejamos lo siguiente… lee más aquí.
**
Bibliografía:
Zygmunt Bauman, Tiempos líquidos, 2007. Tusquets.
Artículo “Fast Fashion: Vestir y desechar”, Revista Cartel Urbano. Edición 48, 2015.