Jared Leto es una de las caras más conocidas de Gucci en la actualidad. Es, básicamente, la inspiración de Alessandro Michele para cada una de las colecciones que se presentan al mundo por parte de la marca. Lo vemos mostrando su mejor rostro, las prendas impecables y el porte ideal para alguien que tiene una relación cercana —inclusive pasional— con la casa de las dos G.
Pero detrás de toda esa sensualidad derramada, de las campañas maravillosas y de la forma tan artsy de mostrar una marca, Gucci ha pasado por momentos turbios, lujos exagerados y envidias que llevaron a una de las casas de Moda más importantes del mundo a sufrir un colapso tan cruel, que nadie habría creído que hoy, casi 90 años después, se mantuviera en pie.
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En 1921, Guccio Gucci fundó la primera tienda en Italia. Todo estaba hecho para clientes de la aristocracia, enfocado principalmente en accesorios de piel. Rápidamente el negocio creció y se volvió una marca para hombres y mujeres que pudiesen adquirir objetos de lujo.
En 1933, Aldo Gucci creó el logo de la marca con las iniciales de su padre: Guccio Gucci
Pasaron algunos años sin mucho ruido, hasta que en 1947 la tienda estaba en crisis –como todo comercio en el mapa europeo, gracias a la Segunda Guerra Mundial–. Entonces con la escasez de materiales, Gucci usó piel de borrego y bambú para crear un bolso sin precedentes. Éste fue tan querido por su clientela, que Grace Kelly no pudo desencadenarse de él por mucho tiempo.
Sorpresivamente, la fama de la marca creció velozmente y en 1953 ya tenía una sucursal en Nueva York. Pero en la familia Gucci había problemas de poder. Todos querían una parte de la ganancia, aunque el trabajo era completamente de Guccio…
Las tensiones crecieron cuando Vanessa Redgrave promocionó la marca con un total look de la casa en Blow Up, filme de Michelangelo Antonini. Para entonces, Gucci era una marca de lujo que día con día ganaba más seguidores, y la promoción que estrellas como ella lograban, hacía que la familia y los allegados desearan aún más sacarle provecho al éxito..
En aquel año, Guccio Gucci perdió la vida y pasaron 30 más en los que la marca iba de mano en mano, con colecciones que no tenían sentido, que se vislumbraban extrañas y que cada vez se hallaban más alejadas de lo que Gucci había creado. Aún con ello, Dan Mello se hizo cargo de la casa y, a decir verdad, la reformó.
Pero los intereses familiares y la avaricia como principal “valor” hicieron del nieto de Gucci, Maurizio, el verdadero dueño de la marca. Por lo consiguiente, hizo lo que consideraba mejor: la vendió al grupo Investcorp y, de alguna manera, solucionó la falta de capital monetario para mantener los productos y conservarlos en lo alto de la pirámide.
Entonces comenzó el verdadero climax de la historia Gucci. Maurizio estaba con una mujer mucho más joven que su exesposa, Patrizia Reggiani. Ella, a diferencia del heredero, se aferraba a mantener la relación y sufría de celos incontrolables ante la presencia de la nueva pareja.
Patrizia siempre vio por sus hijas, pero su interés parecía ir más hacia la marca.
Entre tanto, Tom Ford asumía el cargo de director creativo dándole un respiro y un poco de modernidad. Él era el encargado de desviar a la prensa de los problemas familiares y en efecto, su talento lo estaba logrando.
Los conflictos eran tan grandes, que en 1995 el mundo se sorprendió ante el asesinato de Maurizio. Cuatro disparos en la espalda terminaron con su vida, cuando él llegaba a su casa en Milán.
Durante el funeral, la prensa hizo notar que su exesposa Patrizia no mostraba tristeza, sino ¿triunfo? Sin importar eso, tanto ella como sus dos hijas, Allessandra y Allegra, estuvieron presentes; al igual que el mundo de los negocios y la moda, lloraron la cruda pérdida.
Pero las pruebas siempre apuntaban a que la culpable pudo ser la propia Patrizia y fue llamada a declarar. Culpable. Ése fue el veredicto y ella pasó de ser la mamá de las hijas de Maurizio a llamarse “la viuda negra”.
En 1998 fue condenada a 26 años de prisión y ella nunca se declaró culpable, pero tampoco inocente. Una de sus defensas ante la corte fue el tarot. Decía que las cartas le habían augurado una muerte cercana y violenta, pero ella no quiso saber de quién o de qué se trataba; sólo lo dejó pasar.
Todos esos años en la cárcel la mujer no quiso hablar al respecto. Sus hijas alegaron que no había motivo para que su madre asesinara su padre, pero tampoco tenían una posible idea de quién podía ser el posible asesino. Patrizia nunca perdió el glamour, ya que su abogado logró que le dieran algunas consideraciones, como una celda un poco más amplia y una mascota.
Allegra y Alessandra Gucci defendieron a su mamá, pero con el paso de los años terminaron por darle la espalda; en especial cuando se le concedió libertad condicional en 2011. La viuda negra no aceptó ya que tenía que trabajar y nunca lo había hecho antes, así que, según sus declaraciones, no tenía por qué hacerlo en ese momento.
El rostro y actitud de ambas hermanas cambiaba con el paso de los años.
Mientras la familia se deshacía, la marca fue liderada por Frida Giannini, quien la refrescó después del paso elegante y serio de Tom Ford. Le dio toques de glamour ochentero y la esencia rockstar sucia y mundana, pero sexy y fabulosa que se podía ver en las colecciones.
Para 2015, Alessandro Michele, quien fuera la mano derecha Giannini, la sustituyó; hoy, es gracias a él que la marca se volvió más uniforme. Presentó las colecciones de hombre y mujer en un sólo desfile y la hizo un poco más excéntrica, más inclinada al arte con destellos de buen gusto por donde quiera que se le mirara y, él, en un afán de darle una significación más profunda, involuntariamente convirtió a Gucci en una de las marcas más bellas en la actualidad.
Una de las inspiraciones de Michele es Frida Kahlo. Esto indica que la moda italiana se fija en la vida latinoamericana, abriendo aún más el panorama de la moda.
Recientemente vimos a Vanessa Redgrave regresando al origen. Eso sólo nos dice que, aunque detrás de la doble G haya peleas, asesinatos y disputas, Gucci tiene mucho más por ofrecer: valores estéticos y culturales que han conformado y seguirán construyendo al mundo.
En efecto, tal vez el asesinato de Maurizio Gucci es una piedra en el zapato, las peleas constantes también y no hay manera de olvidar la crisis de estilo en la que Gucci estuvo sumido, pero es cierto que las colecciones y diseños dicen mucho más y hablan por los creativos, así que seamos justos y miremos la marca, las especulaciones empresariales que se queden atrás.
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