Un factor determinante en la evolución de la especie humana es el momento desde el que empezó a usar ropa. Todo comenzó con la cacería. Las presas aportaban comida (carne), herramientas (huesos) y, más tarde que pronto, ropa. A medida que nuestros antepasados perdían su pelaje, se dieron cuenta de que la piel de los animales servía para cubrir su cuerpo, lo que les brindaba mayor comodidad y protección, y con esto evitaban enfermedades e infecciones. De pronto también empezaron a cubrirse los pies. El calzado había nacido. El más antiguo jamás encontrado data de 5.000 años a.C. Básicamente una “bolsa de piel” para proteger al pie de las condiciones de la naturaleza. Pero más allá de la historia, la moda redefinió la necesidad en un placer estético. Ropa y calzado pasaron a ser algo estructurado, en cierto modo más elevado. Un punto crucial en la innovación del calzado fue la implementación del tacón. Mujeres y hombres de todas las edades y todas las etnias del mundo los usan.
En el Antiguo Egipto y en la India, hombres y mujeres usaban zapatos elevados con propósitos rituales, pero su empleo más común era el de los carniceros. De forma práctica, los tacones —regularmente hechos de madera y cuero— les permitían caminar sobre los charcos de sangre y las entrañas sin resbalarse o manchar sus pies.
En la Antigua Roma, por su parte, se asociaban con la prostitución, pues los vendedores para estos fines obligaban a usar tacones a sus esclavas y esclavos a fin de identificarlos como esclavos sexuales y hacerlos más vistosos a los ojos de los potenciales clientes.
Durante el Medioevo era habitualmente utilizado por mujeres y hombres y su uso se extendió por toda Europa como un símbolo de estatus social. En el siglo XV también empezó a usarse en los estribos de las montas de caballo, pues era necesario que el pie encajara perfectamente para realizar maniobras.
Pero su formato más contemporáneo y extensamente usado se le debe Catalina de Médici. De baja estatura y con apenas 14 años, la noble mujer se sentía en desventaja contra las amantes de su futuro esposo, Enrique II de Francia, duque de Orleans. Por tal motivo ideó un calzado que le diera unos centímetros extra y que definiera mejor su figura. Los zapatos de tacón que lució durante la boda se popularizaron rápidamente y se convirtieron en un canon de la moda unisex entre los siglos XVI y XVIII.
Mucho ha pasado desde entonces. En el siglo XX, ya completamente estandarizado su uso como moda exclusivamente femenina, se elevaron hasta los 10 cm. Actualmente un tacón promedio tiene alrededor de 15 cm.
El tacón como fetiche
El tacón es reconocido como uno de los más comunes fetiches. Es por eso que se utiliza habitualmente en actividades relacionadas con el sexo, como el poledancing, la pornografía y la prostitución. En el bondage y sadomasoquismo el tacón tiene un rol importante: el participante sumiso limita su movilidad, afecta el equilibrio, disminuye la velocidad de desplazamiento y aumenta el cansancio corporal al caminar largos trayectos. En el rol dominante funciona de forma diferente, pues demuestra fuerza, poder y control, además de servir para pisar e infligir dolor y placer en el sumiso. Por otro lado, los tacones son muy utilizados por travestis y transexuales, quienes lo consideran un símbolo de feminidad.
Pros y contras
Es evidente que, al usar tacones, las mujeres de menor estatura aparentan ser más altas. Asimismo, calzar este estilo de zapatos obliga a los músculos a estar contraídos, por lo que pantorrilla y los glúteos se tonifican y dan una figura más atractiva. Pero no todo es color de rosas. En algunos casos pueden deformar la columna vertebral, sobre todo si se llevan por un tiempo prolongado. Tampoco es recomendable que personas con problemas renales o de ovarios los usen.
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Según algunas personas, lo que lleves puesto dice mucho de ti, más allá de tus gustos y tu visión de la moda, por lo que seguramente te interesará leer sobre la teoría que dice que el tipo de zapato que uses define tu personalidad.