Decía Coco Chanel que para calmar la tristeza, bastaba con usar un poco de labial rojo.
No exageraba.El rojo es sinónimo de sensualidad, pero es también una forma de rebelarse contra el mundo, de decirle a todos que la vida es bella y que no hay nada que una mujer u hombre con un labial carmesí no pueda hacer.
Basta con volver la atención a la civilización Mesopotámica, en el año 5 mil A.C en donde las mujeres querían llamar la atención de los hombres y buscar casamiento, así que trituraban piedras preciosas con la finalidad de fundirlas y crear una pasta para teñir los labios. Sin embargo, luego de un tiempo dejó de ser atractivo, por lo menos hasta el año 3 mil A.C.
Las mujeres egipcias retomaron la tradición y aplicaban un delicado pigmento color malva extraído de elementos como el yodo, el bromo y alheña. Claro, era mortal, pero no para ellas, sólo para los caballeros que las besaban ya que al mezclarse con un poco de saliva y su acidez, morían. A esto se le conoció como “el beso de la muerte” y fue prohibido para todas las mujeres. Sin embargo, Cleopatra no se quedaría sin la sensualidad del color.
¿Qué hizo? Una fórmula mágica que conjugaba huevos de hormiga, escamas de pescado y escarabajos muertos cuyo color resultante era un carmín intenso y nada peligroso. Fue cuando se convirtió en un must have.
Mientras Cleopatra se convertía en diosa en Egipto, en Sumeria, la reina Puabo de Ur copiaba el estilo, mismo que llegó como un rumor y, entonces, para no quedarse atrás en cuanto a vanguardias de belleza hizo su propia mezcla de piedras rojas, plomo blanco y un poco de sangre de insectos.
En Grecia, por otro lado, las mujeres no usaban el labial como señal de sensualidad, sino como insignia de prostitución. De igual forma, en Japón, las Geishas, en especial las que se dedicaban al trabajo sexual, pintaban de un intenso rojo sus labios, así que usaban una fusión de cártamo, una flor popular en el país nipón.
El tiempo pasó y fue hasta el año 900 d.C que el médico Abu-Al Qasim al-Zahrawi, considerado el padre de la cirugía moderna, creó la primera barra de labios con la finalidad de que las mujeres tuvieran una ventaja cosmética, la cual adoptaron las señoras de alta sociedad y las plebeyas. ¡Era para todas!
La iglesia los prohibió y no nos sorprende, desafortunadamente, pero la Reina Isabel I lo retomó con fuerza en el siglo XVI. Entonces, impuso el poder femenino demostrando que lejos de ser sinónimo de sexo, era una forma de enaltecer la belleza para una misma.
Esto fue en vano, ya que Thomas Hall, pastor inglés, hizo que el Parlamento Británico prohibiera a las mujeres pintarse los labios o serían juzgadas como brujas. Puedes reír, porque poco duró la prohibición ya que María Antonieta, enamorada del rojo, lo popularizó del mundo de nuevo, inclusive en hombres.
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Así, en el siglo XIX la firma francesa Guerlain comercializó las barras de labios y posteriormente evolucionó a un papiro delgado con pintura en él para hacerlo más cómodo de llevar. Pero de nueva cuenta fue representativo de las prostitutas siendo causa de crítica y odio.
Todo mal…
Pero así llegó el Siglo XX, glorioso lapso que hizo del labial rojo un símbolo de rebelión, fuerza, poder y locura. De inicio, tuvimos a Elizabeth Arden, cuyo nombre sigue resonando hasta nuestros días. Belleza, estilo y genialidad en una barra de labios, allá por 1910. Para ella, la fundadora de la maravillosa marca representaba poder y feminidad, no debilidad.
Greta Garbo era un gran ejemplo de ello…
Se convirtió en sinónimo de libertad, en especial cuando se logró el voto femenino como derecho. Las mujeres lo podían todo. TODO.
Llegó así la Segunda Guerra Mundial y con ella, la prohibición. En envase se hacía con metal, pero en aquellos años dicho material estaba destinado a las armas y utilería bélica, por lo que un labial rojo se convirtió en un objeto de deseo y en una de las cosas más traficadas de la época, tan sólo en 1941 se vendieron labiales en 20 millones de dólares de manera ilegal.
En los cincuenta, Maurice Levy les puso aroma y sabor. ¿El favorito? Cereza. Por cierto, ya no era ilegal poseer uno. Además, Marilyn Monroe ya lo usaba con orgullo, lo mismo Frida Khalo.
Claro, Liz Taylor es un ícono.
En los 60 era una forma de decir que el glamour no era lo único que importaba y retomaron la idea de las sufragistas y las activistas de principios de siglo haciendo que el color fuera señal de libertad; sin embargo, optaron por deshacerse de él y la mayoría de las mujeres llevaba un color nude o nada encima.
Irónicamente, Dior llevaba 100 tonos distintos de rojo y en los 70, volvió a ser parte del día a día, pero ahora no sólo lo llevaban las chicas, los hombres lo adoptaron también. El favorito de los rockstars era el de Paul Stanley y otros les gustaba más el de Tim Curry.
¿Creíste que olvidaríamos a Bowie?
Los ochenta le dieron, probablemente, un estatus mucho más alto al labial. Lo usaban hombre y mujeres por igual, pero en todos los casos era señal de sensualidad y pasión. Ahí está Boy George. También Nikki Sixx lo usó y no olvidemos a Madonna o Bobbie Brown del video de Warrant, “Cherry Pie”. ÍCONOS.
Ya en los noventa llegaron las supermodelos como Stephanie Seymour o Claudia Schiffer quienes le dieron ese toque de sensualidad y clase que todas deseaban, al igual que Elizabeth Hurley y la nana Fine.
Ya en este nuevo milenio el rojo dejó de ser una tendencia diaria, pero siempre estuvo ahí siendo elegante y maravilloso. Sin embargo, en la última década se volvió, nuevamente, sinónimo de poder, lucha y fuerza, al grado de convertirse en una herramienta que emite un mensaje, por ejemplo, aquel labial que mostraba la estupidez y las malas prácticas de Donald Trump.
Ups. Ok, no es rojo, pero no importa, fuck Trump.
O Lady Gaga.
Taylor Swift.
Dita Von Teese.
Y Sia.
Coco, tan certera y atinada… el labial siempre será un arma de seducción, pero también de protesta y lejos de ser una característica femenina malinterpretada, es una forma de expresión, un mensaje de poder, fuerza y libertad.
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