Solemos confundir la comodidad del vestir con la comodidad del andar y no hay error más grande que éste cuando se es hombre. La difusión de la línea divisoria entre moda y clase –incluso etiqueta– se debe a ese recurrente afán contemporáneo por romper con los esquemas de la tradición a través de nuestra creatividad, firme personalidad e irreverencia en tono desafiante. Y sí, está bien, todo es válido; pero en este ejercicio de autonomía no todos los resultados son los ideales. Cegados por la creencia de que cualquier decisión estilística debe respetarse y que, como género masculino, nadie debe exigirnos absolutamente nada en términos de imagen si es que nos sentimos satisfechos con lo que llevamos puesto, cometemos garrafales errores en torno a la manera en cómo nos presentamos ante los demás. Especialmente cuando esto inmiscuye al calzado y éste siempre tiende al sneaker.
Sí, es la era de renunciar a las viejas usanzas, de perseguir tus sueños y de no dejarte absorber por aquello que no te permite expresar lo que realmente eres. Sin embargo, no todo se basa en lo personal y lo íntimo –por más que nos cueste aceptarlo–, si Tinker Hatfield se hubiera dedicado a crear zapatos deportivos sólo inspirado en sus intereses, los Jordan de Nike habrían fracasado más de una sola vez en su historia y serían imposibles de compaginar en términos de imagen con más de un solo look o un escenario particular. Llevar tenis es más que situarte en un ámbito deportivo o en un espíritu disrruptivo.
Efectivamente un buen par de sneakers se ve increíble con un traje espectacular al ir de bar, a una fiesta o a una inauguración de arte pero, ¿qué sucede si los vestimos para una cena de gala o durante una entrevista de trabajo que no se presta para dicho outfit? Un desastre y nada más. No importa cuántas ganas tengas de lucir jovial, divertido, relajado o lleno de creatividad, hay ocasiones en que los tenis no van. En definitiva.
¿Sabes cuándo sí son una buena elección?
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Para un viernes casual en la oficina en que lleves una playera básica, suéter o blazer y pantalones khaki en diversos colores, incluso skinny.
En una cita romántica y casual donde poco importe que no lleves cinturón, una camisa desabotonada y pantalones doblados.
Para asistir a una fiesta del trabajo donde los tenis hagan buen match con pantalones sastre, suéter y camisa bien cerrada.
Sin duda, en compañía de unos jeans clásicos, suéter con cuello de tortuga y abrigo. Excelente al salir por una copa y en eventos no tan amigables.
Unos sneakers totalmente blancos, chinos en color un tanto inusual y alguna playera que nos dirija de inmediato a Europa, consiguen un look simple pero atrevido para un desayuno con la familia de tu pareja o tus jefes.
¿Tienes una junta profesional a la cual sería un exceso llegar con traje y corbata? Intenta un total black, tenis clásicos y abrigo camel.
Ya en un caso extremo, cuando tu trabajo valore más tu creatividad que la formalidad, cuando tengas que dar una presentación en la universidad, considera esa mezcla estupenda de camisa, corbata Slim, pantalones de vestir doblados, cero calcetas y sneakers a la old school.
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Llevar tenis es maravilloso. Transmiten dinamismo y tienen la gran capacidad de reflejar tu personalidad como ningún otro calzado puede; sin embargo, no te equivoques. No te dejes caer en un abismo sin fondo a partir de ideas falsas. Para complementar esta información, puedes averiguar cuáles son las 7 prendas que ningún hombre con estilo tiene en su clóset y los 12 looks que todo hombre debería intentar inspirándose en James Franco.