Influencer es una palabra cargada de múltiples significados, prejuicios, malentendidos y responsabilidades. Si bien hubo un momento en que esto era señal de que determinada persona gozaba del poder suficiente para mover opiniones, gustos y necesidades del mercado (o de determinadas marcas), hoy el escenario es muy distinto. Con medidas como las de Instagram y demás plataformas en contra de los bots o de los likes pagados, con la desconfianza de muchas marcas al no saber si sus esfuerzos en social media están finalizando en compras efectivas –y no sólo visibilidad–, el campo de los influencers tal y cómo lo conocíamos está llegando a su fin. Ya no basta con tener cientos de miles de seguidores ni con estar en los más grandes eventos; estas figuras deben inspirar, ser verdaderos game-changers y aportar más que simples llamados al consumo.
Por ello, no sólo hablamos del terreno del marketing digital. Nos referimos especialmente a aquellos influencers que no reducen sus redes sociales a una oportunidad de hacer dinero –porque al final es muy fácil identificar cuando te están tratando de vender algo–, sino que ven en éstas la ventana ideal para compartir la vida por la que realmente muestran convicción.
De acuerdo con un reporte generado por la compañía Stackla, dedicada a la generación de contenido comercial, se reveló que de entre los encuestados (adultos de EE.UU., Reino Unido y Australia) sólo el 23% cree en las cuentas de influencers, mientras un 60% de ellos deposita mayor confianza en la palabra de amigos, familia o amigos-de-lo-amigos en redes sociales. Lo cual nos lleva a pensar que un influencer, ahora, nada tiene qué ver con retratos plásticos que gritan «¡Mírame, mírame, mírame! Algún día serás igual que yo»; al contrario, llama a una comunidad y a entenderse más como un compañero de viaje, que un ejemplo a seguir.
Eso, incluso, puede que nos lleve a reformularnos el término mismo de influencer. Por ejemplo, para 2019, te aconsejamos des follow a los siguientes nombres en IG. Personas que seguro no caen en la absoluta definición de estas criaturas digitales, que hasta puede causarnos escozor nombrarlas como tal, pero que buena luz arrojan para cambiar dicho esquema y, tal vez, generar la nomenclatura de un nuevo personaje en social networks cuando de Moda se trate.
Pamela Ocampo
Cofundadora de Manual, un concept studio en la Ciudad de México que brinda servicios de contenido y creatividad.
Nayeli de Alba
Stylist y consultora creativa que se suma al nuevo giro estético que vivimos en el circuito. También dirige NADA, marca mexicana de cinturones unisex.
Dorian Ulises López
Fotógrafo cuyos proyectos viajan de la Moda al statement político, y que encabezan el último hito de la representación mestiza en México.
Olympia de la Macorra
Cofundadora de VOID; nombre clave para entender el vintage y el liderazgo de empresas en México.
Ernesto Cervantes
Modelo y músico de ascendencia mexicana, es uno de los rostros que definen a la nueva era de proyecciones latinas dentro de la industria internacional.
Santiago & Mauricio
Hermanos mexicanos en New York, creando otros puentes entre Moda y artes plásticas.
Rodrigo de Noriega
Diseñador mexicano que también produce editorial y fotografía para la revista 192. Busca lo que otros calificarían como de-mal-gusto para transformarlo en experiencias estéticas propias de una publicación.
Monse Castera
Editora y promotora cultural que fomenta, abre espacios de diálogo y genera contenido para el diseño y Moda en México.
Repensar el poder de una palabra como influencia y hallar nuevas estrategias tanto de consumo como de mercadeo (digital) son dos de las principales tareas que tenemos para 2019. Las redes sociales y la distribución de contenido, afortunadamente están cambiando; los algoritmos, cada vez más escabrosos y en peligro de convertirse en armas, no se muestran ya en total favor del contenido vacuo y el marketing zafio. ¿A quién seguiremos entonces en Instagram y qué haremos con esa información?