El mundo la llamó simplemente “Jackie”, como si realmente la conocieran; y es que, a fin de cuentas, Jacqueline Kennedy Onassis se convirtió en la Primera Dama más admirada en toda la historia de los Estados Unidos. Su estilo, elegancia e inteligencia posicionaron a esta mujer como un ícono del sueño americano. Tanto así que aún en nuestros días su forma de verse y comportarse es motivo de fascinación para muchos diseñadores, escritores, políticos y artistas.
El legado que Jackie nos dejó va más allá de ropa de diseñador y una vida de tragedia y escándalo. Su memoria nos muestra a una mujer curiosa e involucrada, que se interesaba por el mundo a su alrededor; con una gran inteligencia y un sentido de la historia poco visto en las Primeras Damas de la actualidad. Su educación se reflejaba en su estilo y en la forma elegante en la que se mostraba ante el mundo; este porte es objeto de imitación y admiración, aún en 2017.
Jacqueline Lee Bouvier —su nombre de soltera— nació en una familia adinerada de Nueva York. Desde pequeña mostró interés en el buen vestir y acostumbraba recibir a los invitados de la casa de sus padres utilizando ropa para montar —su más grande pasión. Jackie también sentía un gran amor por la Literatura; la joven escribía poesía y sus ojos se acostumbraron a rodearse de belleza, arte y disciplina.
En 1953 Jackie se casó con el entonces senador John F. Kennedy. Para la ceremonia utilizó uno de los vestidos de novia más icónicos en la historia, cuya confección estuvo a cargo de la diseñadora Ann Lowe. El vestido fue también uno de los accidentes de la moda mejor rescatados, ya que días antes de la boda el estudio de la diseñadora sufrió una inundación que echó a perder gran parte del material destinado para el vestido. Afortunadamente, el equipo de Ann trabajó día y noche para conseguir nuevo material y arreglar los detalles. Dicho esfuerzo rindió frutos, y el mundo pudo ser testigo de un hermoso tributo a la novia americana de ensueño.
A principios de los 60 los Kennedy llegaron a la Casa Blanca, y en 1961 algo jamás visto en Estados Unidos sucedió: la Casa Blanca abrió sus puertas para el país a través de un documental en el que la joven Primera Dama explicó durante una hora el estilo de vida presidencial; además de la abundante historia que guardaba la mansión. Fue en ese momento cuando Jackie se volvió un ídolo del pueblo estadounidense.
Tras este acontecimiento, la Primera Dama comenzó a ser imitada en el mundo de la política y la farándula. Los trajes de dos piezas y los collares de perlas se volvieron tendencia entre las mujeres de todas las clases sociales de Norteamérica, lo que colocó a Jackie como una fashion influencer de aquella época.
Quizá sin saberlo, Jacqueline estaba forjando un legado de moda poderoso que ponía los sombreros pillbox como uno de los accesorios fundamentales. Se dice que tenía uno de cada color y los utilizaba en cada oportunidad. Está por demás decir que también formaron parte de la tendencia de la época entre la mayoría de las mujeres, siendo utilizados también por actrices como Audrey Hepburn.
Diseñadores de grandes firmas de moda europea llegaron a vestir a la primera dama; algunos de ellos fueron Oleg Cassini, Coco Chanel, Hubert de Givenchy, Christian Dior y, tiempo después, una debutante del mundo de la moda llamada Carolina Herrera. Estos diseñadores ayudaron a forjar el tan apreciado estilo de la dama americana; aunque fueron los encargados de vestirla, siempre respetaron su particular y elegante estilo, pues quien tomaba la última decisión era el educado ojo de Jacqueline.
En galas, fiestas y reuniones de importancia, Jackie apostaba por colores pastel. Los vestidos eran en su mayoría strapless y los combinaba con guantes blancos. En cuanto a los accesorios, solía utilizar joyería modesta, unos aretes grandes sin gargantilla, o unos pequeños acompañados de su icónico collar de perlas. También lo combinaba con un clutch que regularmente era del mismo color del vestido. Jackie siempre lucía sencilla, pero con detalles que hacían la diferencia y resaltaban su elegancia natural.
Jackie investigaba y se vestía según la ocasión, apostando algunas veces por estampados cuando se dirigía a regiones exóticas de Asia o por un clásico y siempre funcional vestido negro cuando algún conservador de otra nación acudía a la casa blanca. Fue una mujer instruida que sabía cuándo y cómo usar una prenda.
En su vida cotidiana utilizaba prendas sencillas y cómodas que estilizaban su delgada figura. Por supuesto, no podían faltar los lentes de sol, un peinado fácil de llevar, un pantalón con buen corte o, en algunas ocasiones, vestidos de campo que la hacían lucir hermosa en cualquier momento.
Parece irónico que incluso el día de la muerte de su esposo, en 1963, estaba vestida para la ocasión, con un famoso traje rosa de Chanel que la caracterizaba. Este traje ha sido uno de los más imitados a lo largo de la historia de la moda. El conjunto simbolizó la tragedia y la desgracia del país , convirtiendo a Jackie en la Viuda de América.
Sin duda, Jacqueline Kennedy nos dejó un legado de moda y elegancia muy importante. Su papel en este país aportó mucho al mundo de la moda, del arte y de la historia. Su singular imagen será recordada por siempre, pues llevó el estilo de la Casa Blanca al ojo público.
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Aunque la moda es un campo de expresión creativa, humana y artística comúnmente asociado con lo femenino, el rol masculino ha sido importante. Para muestra de ello basta ver el estilo de estos 20 hombres han inspirado a muchos en el mundo de la moda.