Al sur de México, en Yucatán, dentro de una pecera de cristal, sobre lo que parecen ser restos de madera, una decena de pequeños insectos de la familia de los escarabajos caminan de un lado a otro, engalanados con piedras brillantes en sus espaldas y pequeñas cadenas de color oro. Más allá de los beneficios alimenticios que podrían representar los insectos en el futuro, los maquech (también llamados makech) son una particularidad estética de la cultura maya. En primera instancia resulta perturbador pensar que estos seres puedan ser un objeto de veneración en la moda, pero existe una historia de amor detrás de ellos que cambian por completo la percepción de los cánones de belleza y estilo. Se trata de superar la grima, pues los maquech en realidad son as joyas vivientes.
La leyenda cuenta que la hermosa princesa Cuzán estaba comprometida con el príncipe Ek Chapat, pues esto beneficiaba políticamente a su padre, el rey Ahnú Dtundtucaán. No obstante, un día, al regresar de la guerra, su padre trajo consigo a un atractivo joven llamado Chalpol.
Cuando Cuzán conoció a Chalpol quedó completamente prendada. Sus almas se unieron mediante sus apasionadas miradas y los jóvenes consumaron su amor bajo la ceiba sagrada. Al enterarse, el padre de Cuzán enfureció, pues Chalpol era considerado un plebeyo que no estaba a la altura de su hija, y mandó a sacrificar al joven, pese a las incesantes súplicas de la princesa. El día del sacrificio, Chalpol fue pintado de azul para llevar a cabo la ceremonia. Cuzán nuevamente suplicó por la vida de su amado al rey Ahnú, a quien le prometió que no volvería a ver a Chalpol y que aceptaría casarse con el príncipe Ek. Ahnú; conmovido por el dolor de Cuzán, aceptó perdonarle la vida, pero como castigo Chalpol sería convertido por un chamán (un brujo) en un escarabajo. Cuzán adornó a Chalpol con joyas preciosas y lo puso junto a su corazón para cumplir la promesa que le había hecho: estar junto con él por la eternidad.
La historia detrás del origen del maquech lo convierte no sólo en un adorno, sino también en un amuleto para el amor. Es además un símbolo de la longevidad. Este insecto se alimenta de madera o corteza en descomposición y habita lugares húmedos. Las hembras son característicamente más grandes que los machos. Los recolectores tardan hasta ocho horas buscándolos entre troncos podridos, debajo de las piedras y zonas en las que prosperan hongos y otro tipo de vida animal, para posteriormente venderlos a los adornadores, quienes les adhieren coloridas piedras preciosas y demás joyas —con silicona fría para no dañarles el caparazón— y después los cotizan, dependiendo de la temporada, entre 150 y 250 pesos, pues en época fría del año escasean. Con los cuidados pertinentes pueden llegar a vivir hasta cinco años.
Pese al encanto y la tradición cultural, el uso ornamental del maquech ha resultado controversial. Muchas personas consideran cruel esta práctica, sobre todo al tomar en cuenta que no todas las personas saben cuidarlo de manera adecuada. Por otro lado, aunado a los factores climáticos que han ido afectando su población, los maquech no se reproducen en cautiverio. Actualmente está prohibido su empleo, pero en algunas regiones de la capital y en algunos municipios del estado todavía se venden para adornar la ropa de las mujeres.
Una alternativa ecológica ha sido reproducir artificialmente al insecto. Además se ha vuelto muy popular como símbolo cultural, por lo que suele recrearse en diferentes técnicas artísticas. El sur de México se compone de cientos de leyendas sobre dioses mayas y princesas, sacrificios, demonios y guerras. El maquech es un caso único de su riqueza cultural y del imaginario típico de la región.
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La cultura maya es un cúmulo de elementos estéticos que están enriqueciendo y permeando las culturas contemporáneas y modernas. Según otros, es también el nuevo recurso de explotación de la moda.