Desde el domingo 22 de abril de 2018 la CDMX se ha convertido en un ligero e intrigante, pero fastidioso lío para los influencers, la prensa y los fashion followers con motivo del Mercedes-Benz Fashion Week OI 18. Y es que bajo la propuesta de experimentar con los venues y las visibilidades del diseño en nuestro país, con la manera en que se vive éste en nuestras calles, durante el presente año los recintos que albergan o, de hecho, desencadenan a la semana oficial de la moda, van desde espacios abiertos como El Ángel de la Independencia o La Cibeles, hasta habitáculos de otras disciplinas e intereses como el Comité Olímpico Nacional y El Frontón México.
Ante esto no nos queda más que saludar el esfuerzo por buscar nuevas narrativas del fashion week. Sí, hay intereses turísticos, de mercado e incluso políticos de por medio al diversificar así este festejo, pero si no fuera así no se tendrían las opciones suficientes (o necesarias) para generar la tan soñada industria de la moda en nuestro país y consolidar el mejor momento hasta ahora del diseño mexicano. En efecto, ha habido lugares hasta hoy que no se han caracterizado por la mejor iluminación o el approach indicado entre colección y público —una cancha de basketball, por ejemplo—, pero si no arriesgamos, ¿qué pretendemos ganar?
Así, la semana abrió con un diseñador más que atinado para causar la total conmoción de un inicio, de un verdadero origen: Alfredo Martínez. El tapatío, bajo el inclemente sol primaveral, demostró con sedas, lentejuelas y texturas inusitadas para el otoño, su absoluta capacidad para leer y reconfigurar la identidad mexicana sin caer en caricaturización alguna. Contemporaneidad y revisión de las herencias prehispánicas se unen en un diseño funcional que, como es costumbre de Martínez, enaltece a la silueta y el pensamiento femeninos.
Al día siguiente tocó el turno de dos figuras consolidadas en el imaginario de la moda mexicana que, sin alteración alguna con las expectativas, cumplieron frente a sus públicos y seguidores. El BOX de Sandra Weil —Untitled— y la visión del Mictlán que nos ofreció Kris Goyri, siguieron con la serie de atinos en este fashion week. Siluetas muy a lo ladylike, altamente contemporáneas y con una congruencia clara sobre el momento en que vivimos acapararon toda definición de lo que bien podemos entender como sofisticación mexicana. Asimismo, fue interesante ver la complementación que se marcaba entre ambos creativos; Weil permitiendo una suerte de performance para su show, Goyri por su cuenta en una tradicional pero poderosa pasarela.
Los contrastes más fuertes llegaron al tercer día. Primero, con el BOX de Dana Alessi; una colección que demostró los alcances imaginativos de la diseñadora, un juicio luminoso sobre los escenarios urbanos que atraviesa nuestra generación y la urgencia por renovar el streetwear en Latinoamérica. Los alumnos de la Universidad Jannette Klein —en un ejercicio muy propio de su formación— jugaron con las reminiscencias de los videojuegos ochenteros y la cultura popular que Ready Player One nos ha traído a la memoria una vez más. Hasta aquí, nada groundbreaking, pero sí muy prometedor para el fashion habitat en el cual existimos.
Siguió el turno entonces de Paloma Lira; apabullante por donde se le haya visto. Con una excelente curaduría sonora, una performática bien interiorizada por sus modelos y una conceptualización transparente en cada diseño, Lira ha propuesto un espíritu groupie, rayando en lo glam y lo Penny Lane, que a muchos nos ha hecho replantear las décadas pasadas que nos inspiran hoy al vestir.
Aprovechando la sede de este día —el Comité Olímpico Mexicano—, la colaboración entre Xico y 2XU para su colección OI/18 intentó ser tan inusual y lúdica en congruencia con el espacio que le albergaba, que sólo logró (desatinadamente) el desconcierto de los asistentes, un grupo de modelos que se desplegaban por la duela como cuando de niños jugábamos a “ser la portada de una revista” y una colección mashup que aparentemente no convenció a la mayoría. La carencia de aplausos durante el finale fue la sentencia dura de decenas de espectadores desencantados.
Caso opuesto ocurrió con las dos propuestas que cerraron la noche: Colectivo Diseño Mexicano y Malafacha. El primero, enfocado en el menswear que han ideado Boyfriend’s Shirt, Claudia Pepper y RCano; propuestas que provocan con la deconstrucción, la irreverencia de los detalles y los diálogos con el under.
Asimismo, Francisco Saldaña y Víctor Hernal presentaron para su firma una colección inspirada en Tzukán, la serpiente protectora de los cenotes mayas; invitación que juega con las proporciones del cuerpo, los quiebres de género, las búsquedas por una nueva belleza y los colores que pocas veces se exploran en torno a la identidad de nuestro país. La madurez de estos diseñadores salvó la noche de un martes al poniente de la ciudad.