La rutina aburre. Es demasiado predecible; a “A” le sigue “B” y a “B”, “C”. Fácil y sencillo, pero tedioso hasta la muerte. Es justo lo predecible lo que termina las cosas más bellas de la vida: los romances, las sorpresas, la ingenuidad. ¿Quién querría repetir las mismas cosas todo el tiempo?
Pero, con todo, la rutina es necesaria. En un mundo caótico y azaroso, llevar un poco de orden viene bien de vez en cuando. En el caso de la belleza, sucede lo mismo. Es necesario tener cuidados frecuentes que te hagan ver y sentir mejor. La rutina que viene a continuación, tienes que intentarla antes de terminar el año:
Pon tu reloj unos minutos antes de lo habitual. Al abrir los ojos, no te apresures a levantarte de la cama. Respira profundamente y contempla por un minuto que se trata de un día nuevo: 24 horas en las que nada está escrito y donde cualquier cosa buena puede pasar. Intenta dejar atrás el pesimismo y el cansancio.
Sin prisas, date una ducha. Si no cuentas con una tina no importa. Coloca una toalla debajo de la puerta, eso hará que el vapor se quede almacenado por más tiempo y por ende, se abrirán tus poros. Comienza con agua tibia, lava y enjuaga el cabello. Posteriormente, ve subiendo el calor —tampoco hasta quemarte o sentirlo molesto— y aplica un exfoliante suave en tu piel y rostro.
Una vez que te hayas enjuagado, cambia el agua caliente por la fría de manera paulatina; tampoco llegues al exceso —lo que podría causarte un resfriado— pero sí haz un contraste de calor; esto ayudará a cerrar tus poros y a despertar por completo.
No te frotes con la toalla; hazte pequeños golpecitos para secarte. Esto evitará que tu piel se irrite y que, con el paso del tiempo, se agriete o pierda vida. Inmediatamente después, coloca la crema hidratante en la piel; esperar más tiempo evitará que tu dermis la absorba como debe. Todavía no la coloques en la cara.
Para el rostro, primero utiliza un tónico para liberarlo de impurezas. A continuación, debes aplicar sérum de tu preferencia. Este llegará a los lugares más profundos de tu piel, evitando arrugas, espinillas y granos. No lo hagas arrastrándolo por todo el rostro, sino con pequeños golpes: comienza por las mejillas y la frente, luego por la nariz y la barbilla.
Ahora sí, coloca la crema hidratante, esta la elegirás según tu tipo de piel y sus necesidades. Es importante que sino contiene un protector solar, agregues este después.
Una vez preparado el rostro, sigue tu rutina de maquillaje como acostumbras. Esta vez, asegúrate de que todos los aplicadores estén completamente limpios. A menudo lo olvidamos, pero las brochas deben lavarse al menos una vez por semana.
Durante el día, intenta no tocarte el rostro con las manos sucias. Lleva toallitas desechables por si tienes que limpiarte el sudor.
Desmaquillarte es el primer paso; comienza por las zonas más complicadas, es decir, los ojos y los labios. Después, quita todo el maquillaje de la cara. No lo hagas de manera abrupta, usa leche limpiadora y retira los restos de maquillaje que queden en la zona T.
Lava tu rostro con el jabón que mejor vaya a tu piel y a continuación, coloca un tónico. Esto refrescará tu piel y eliminará el maquillaje que quede. Aplica 3 gotas de suero de vitamina E.
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Naturalmente, para ver resultados efectivos, deberás hacer esta rutina por algunos días consecutivos. Además, una alimentación saludable mantendrá tu piel debidamente sana e hidratada. No todo se trata de productos, la actitud es primordial para lucir hermosa. Estos “rituales” sólo son una pequeña muestra de amor propio; de consciencia del cuidado por ti misma y sobre todo, la búsqueda de tu espacio personal. Nunca es tarde.
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