La Princesa Eugenia de York, nieta de la Reina Isabel, llegó al altar para darle el “sí, acepto” a Jack Brooksbank.
Fue una ceremonia que causó revuelo porque justo ese año se anunció la llegada del primer hijo de Harry, el otro nieto de la Reina, hijo de Lady Di. Fue un gran año para la Familia Real Británica con nacimientos, cambios y grandes bodas.
Eugenia se ha caracterizado siempre por un estilo clásico y esperábamos que su vestido de novia también lo fuera. Nos dio una grata sorpresa al llegar al esperado día luciendo preciosa con una gran sonrisa en su rostro.
El diseñador del vestido era todo un misterio. Meses antes, por más que se el preguntaba, ella muy firme contestaba «No voy a decir a nadie quien lo está haciendo». Se escuchaban muchos nombres como Vivienne Westwood, Erdem Moralioglu y Stella McCartney pero ninguno de ellos fue el elegido. La Princesa tenía claro quién quería que diseñara su importante vestido, qué llevaría y qué detalles no: «No quiero mangas enormes, están pasadas de moda», dijo.
Aquella tarde en el Castillo de Windsor fue una sorpresa para todos. Llegó a su esperada ceremonia con una pieza de un diseñador inesperado: Peter Pilotto.
“Tan pronto como anunciamos la boda sabía el diseñador y el look, inmediatamente”, dijo en una entrevista.
La hija pequeña del Príncipe Andrés de York fue fiel a su estilo único y rebelde que la caracteriza. Llegó ese 12 de octubre a la Capilla de San Jorge del brazo de su padre y ¿¡qué!? ¡SIN VELO!
Ese fue uno de los detalles que sorprendieron desde el minuto uno en el que la vimos.
El diseño de Peter Pilotto llevaba doble escote en V, un detalle poco usado en la Realeza (y que no hace muy feliz a la Reina, en realidad) pero lo eligió por una emotiva causa: dejar ver su cicatriz en la espalda luego de entrar a cirugía por escoliosis a los 12 años. Optó por manga larga ceñida al brazo, una caída sobre los hombros y falda abollonada con cola.
Incorporaron bordados en el vestido que esconden muchos secretos. Son símbolos representativos para la Princesa como el cardo de Escocia por la afición por Balmoral de ella y su ahora esposo, el trébol de Irlanda por los orígenes de su familia materna, la rosa de York y la hiedra, símbolos de su propia casa.
Acompañó al hermoso diseño con joyas importantes para la Familia Real con detalles de esmeraldas, una piedra poco usada en bodas.
La tradición dicta que las hijas de la familia Windsor deben llevar la misma tiara que usó su madre; sin embargo, así como la decisión nunca antes vista de no llevar velo, Eugenia de saltó esta regla y usó la tiara ‘Greville Emerald Kokoshnik’ de la Reina Isabel, hecha con diamantes engastados en platino con seis esmeraldas pequeñas y una de mayor tamaño al centro.
Los pendientes fueron regalo de Jack Brooksbank, su ahora esposo.
Sin duda fue un arreglo hermoso y la Princesa lució preciosa en su ceremonia nupcial, saltándose, como suele hacerlo, algunas reglas de la Realeza británica.
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