Con la entrada del siglo XXI, muchos creímos haber superado aspectos de salud pública elementales relacionados a las vacunas y la higiene básica. Sin embargo, omisiones básicas de elección y condiciones humanas precarias, producto de la pobreza y nulas políticas públicas, nos ponen de nuevo en un punto desfasado y crítico como humanidad.
Este 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua y el recordatorio no sólo va en función de la escasez, privatización y desperdicio de esta, sino de algo más grave: su consumo en malas condiciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un recordatorio difícil de soslayar por su nivel alto de mortandad. El dato preciso es: 14 personas mueren al día en Europa por mala higiene y falta de agua. Un poco más de 5 mil personas al año.
Los países de Europa del Este son los más afectados por la pobreza. En Albania el 12 % de sus ciudadanos vive en extrema pobreza. (Foto: Union-comuniste.org)
Las enfermedades diarréicas son las más mortales y los más afectados, como siempre, son los más pobres que por lo general habitan en áreas rurales, donde el acceso al agua potable, limpia y frecuente, no está disponible.
Cuando se piensa en Europa, a la mente de los latinoamericanos vienen las grandes potencias industriales, el desarrollo humano y condiciones mínimas de pobreza. Las calles de Holanda, Alemania y Francia son la fotografía perfecta de un paradigma de bienestar inalcanzable.
Pero la realidad es otra, pues según datos de la misma OMS, cerca de 57 millones de personas en el viejo continente no tienen agua potable entubada, lo que significa que tienen que arreglárselas para salir de sus casas a conseguirla en tomas públicas o directamente de manantiales u otros espacios hídricos a la mano.
El promedio de recorrido para encontrar agua en pozos y presas sin protección de estas 57 millones de personas es de 30 minutos. Justo de estas tomas sin protección –ríos, canales, arroyos y antiguos pozos– es de donde vienen los principales focos de infección, pues la escasez de agua entubada es un síntoma más de otras problemáticas como la construcción sanitaria o la práctica de hacer pozos inmediatos a la hora de defecar.
El dato duro dice que 1,7 millones de personas excretan al aire libre, lo que significa que sus desechos muy probablemente llegan a cuerpos de agua abiertos.
Miembros de la comunidad gitana en Europa son uno de los grupos más afectados, sin drenaje ni agua potable. (Foto: Reuters)
Gracias a estas condiciones paupérrimas de control sanitario, es que enfermedades como el cólera, la hepatitis A, la tifoidea y la legionelosis son enfermedades no superadas e incluso dignas de alarma para la Unión Europea y su Sistema Centralizado de Información sobre Enfermedades Infecciosas desde hace casi una década.
Y ya que el panorama está tan delicado tanto con vacunas como con enfermedades infecciosas, esta semana un grupo europeo se reúne en Alemania para replantearse los compromisos mundiales sobre el saneamiento y distribución de agua, que aún a estas alturas siguen siendo tema para la salud pública mundial.
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