Hace unas semanas, el sistema de justicia de España cometió un crimen atroz. Los magistrados que llevaban el caso de La Manada, una horda de cinco degenerados que violaron en grupo a una joven durante la fiesta de San Fermín en 2016, encontraron a los acusados inocentes de violación. Pasarán en la cárcel 9 años por abuso sexual. Pero no, según los jueces no la violaron.
Los mensajes de WhatsApp con los que planearon el ataque, los videos del hecho, el testimonio de la víctima, no fueron prueba suficiente. Hubo muestra de superioridad, no de intimidación, no de coerción. Además ella siguió con su vida sin señales de trauma. El más enfermo de todos los jueces se atrevió a sugerir que las imágenes probaban que ella lo estaba disfrutando y que ellos debían ser exonerados de todo cargo.
A España le hirvió la sangre. Por días, las calles se llenaron de indignación y pancartas. «¡Yo sí te creo hermana!», gritó la Puerta del Sol.
Miles de mujeres salieron a protestar en España por el caso de La Manada. (Foto: T13)
Cada tanto, un caso así pone a buena parte del mundo de acuerdo en algo: la violencia contra las mujeres se tiene que acabar. Estos crímenes son un verdadero horror y a eso no se le puede llamar justicia. Sin embargo, cuando el fervor se acaba, la palabra feminismo vuelve a dividir a la gente. ¿Feminismo para qué? ¿No debería ser sobre igualdad en vez de ventaja para las mujeres? ¿Tienen que ser las feministas siempre tan violentas y enojadas?
Parece que se nos olvida. Dejamos de tener un caso horrible ondeándonos como bandera roja en la cara y no recordamos que el feminismo pelea contra algo mucho más sigiloso, sutil y permanente.
El asunto no es solamente la ridícula condena que van a pagar por su monstruosidad, es la cultura que permitió el veredicto. Es el hecho de que aún se presuma que una mujer miente cuando denuncia. Es la depravada noción de que ella pudo haber querido semejante infierno.
La aberración no es sólo el crimen de La Manada, sino todos los matices de agresión sexual que son cotidianos; es la constante objetivación de las mujeres; es que educación sexual la imparta la pornografía.
El problema no se manifiesta sólo en el paupérrimo sistema de justicia en España, sino en el abuso que sufren las mujeres iraníes que no quieren usar un hiyab, en la cultura de violación que domina las universidades de Estados Unidos, en las jóvenes mexicanas que salen de casa y acaban descuartizadas en una cajuela.
El caso de La Manada volvió a reiterar la necesidad de una mentalidad feminista en la sociedad. (Foto: España al Día)
El tema no es un fallo en una Corte, es la discriminación sistémica, multifacética y ubicua con la que las mujeres tienen que pelear a diario. Son los cansados roles de género y su aceptación inconsciente que al final cimientan toda la misoginia que quieras construirles encima.
No se trata de una marcha por la seguridad de todxs, para ser incluyentes, sino de que los hombres nunca vamos a entender qué se siente ser mujer y sufrir esa violencia diario, que jamás vamos a tener el mismo miedo caminando a casa, que nunca sabremos lo intimidante de un avance no solicitado.
Yo tengo problemas con el feminismo. Más de una vez he discutido contra nociones que me parecen “agresivas”. He rechazado el afán de llevar todas las conversaciones hacia la desigualdad de género y la manía de ver sexismo en todos lados. Luego pienso, si no fuera por ellas que toman la palabra en un mundo donde los hombres siempre la tenemos o la arrebatamos, ¿estaríamos siquiera hablando de esto ahora? ¿Acaso no sería yo igual de radical si estuviera de ese lado?
Hoy voy a tomar la rabia que me dio leer la noticia para analizar mi rol en el sistema social podrido que sigue generando crímenes como el de La Manada. Voy a aceptar que no es mi papel opinar sobre cómo debería ser el feminismo, sino asegurarme de erradicar el machismo. Voy a reconocer que sus reclamos son justos, globales y urgentes. Aunque a estas alturas, la verdad es una vergüenza que todavía necesite un escándalo como este para recordármelo.
Por: Alex Ruelas
*Las columnas de opinión de CC News reflejan sólo el punto de vista del autor.