Alimentar a todos los habitantes del planeta es tarea compleja; la producción y el abasto, la desnutrición, la obesidad y el desperdicio son temas complicados, paradojas del capitalismo que necesita de nuevos paradigmas para ir a la par de la salud de la población.
Y es que cuando se entra al juego de la comida como tema global, el avance de las fichas se estanca en las casillas de las estadísticas del hambre y del desperdicio. Ejemplo es que el mundo produce el doble de los alimentos que sus 7 mil 500 millones de habitantes necesita. El dato se hace escandaloso cuando consideramos que hay más de 929 millones de personas en hambruna crónica.
Hasta el 2013, el hambre crónica era la primera causa de muerte en el mundo, por encima de padecimientos como el SIDA, la tuberculosis y la malaria.
Pero los problemas de las dietas globales van más allá de la mesa, para muestra el que tiene que ver con los impactos ambientales producto de las necesidades y preferencias dietéticas. Es decir, puedes estar dañando al planeta más de lo que crees sólo por lo que comes.
(Foto: Pixabay)
En este sentido, el investigador Joseph Poore de la Universidad de Oxford en Reino Unido, declaró al diario The Guardian que una dieta vegetariana es la mejor forma de reducir el impacto en el planeta, no sólo por los efectos del gas invernadero, sino por la acidificación, la eutrofización y el gasto excesivo del agua.
La ecuación es simple, según los cálculos de Poore, se usan mil 700 litros de agua para producir medio kilo de arroz, 500 litros para medio kilo de trigo, pero nada comparado con los 4 mil 500 litros de agua que se usan para un bistec de 300 gramos o los mil 440 litros para un filete de cerdo, también de 300 gramos.
Los números se descontrolan si la medición nos indica que el ganado criado en tierras deforestadas crea 12 veces más gases de efecto invernadero y usa 50 veces más tierra de pastoreo que uno criado en pastos adecuados, es decir, un mismo producto puede variar su producción hasta 50 veces sus condiciones (para peor).
(Foto: paperblog.com)
Para este punto, por si no ha quedado claro, la dieta más amable con el ambiente es… spoiler alert: la dieta vegetariana/vegana. Y es que sin el consumo de carne y sus derivados lácteos, las tierras agrícolas podrían reducirse en más del 75 % y eso aún permitiría una alimentación adecuada para todo el mundo.
Más allá de las filias y las fobias sobre las dietas ajenas, los datos son interminables y las comparativas irrefutables en términos de impacto ambiental, que no significa que todos deseen acatar nuevos hábitos bajo esa lógica. Además, existen otras iniciativas para reducir la huella contaminante según lo que consumimos; exigir a los legisladores los incentivos a productores que cumplan con mandatos ambientales es otro buen inicio de nuevas prácticas sociales, por ejemplo, y eso sí no tiene nada que ver con nuestra libertad de elegir entre un kilo de zanahorias o un filete.
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