Una orca y su cría juegan al fondo de los relieves nevados de un fiordo en Noruega. Buscan arenques, un manjar para su paladar y la base de su alimentación, sin embargo, cada vez es más difícil que lo encuentren.
¿La razón? El cambio climático, la maldición causada por la humanidad que ha provocado que los arenques se hayan desplazado más al norte.
(Foto: AFP)
¿Cuál es el problema?
“Pero si todavía hay mucho arenque”, podrías pensar, ¿entonces cuál sería el problema de que las orcas hayan tenido que desplazarse cientos de kilómetros para ir tras su alimento y poder sobrevivir?
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No es tan sencillo como pareciera, porque de alguna manera pone en riesgo a la población de orcas.
Los arenques se mudaron a las aguas claras y tranquilas del Reisafjorden, en el extremo norte de noruega, donde la temperatura a tres grados bajo cero resulta ideal para la existencia de estos seres: en ese lugar, en previsión del agotador periodo de desove de febrero y marzo, generaron grasa y cebados, una delicia para las orcas.
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Sin embargo, como te podrás imaginar, esos arenques no estaban ahí antes, tuvieron que moverse por el cambio de temperatura: en 20 años los arenques migraron 300 kilómetros más al norte, abandonando las islas Lofoten para encontrar durante un periodo suficientemente largo las aguas de menos de seis grados necesarias para su reproducción.
Y las orcas tuvieron que seguirlos.
Esto cambia por completo la vida y el ciclo de reproducción de las propias orcas.
A largo plazo los arenques se van a mover aún más al norte, lo que resultaría en una catástrofe ecológica para las ballenas, las orcas, los pájaros marinos y el bacalao, según Pierre Robert de Latour, fundador de la asociación Orcas sin Fronteras.
(Foto: AFP)
La paradoja
Aunque a largo plazo este desplazamiento puede resultar fatal para la especie, paradójicamente a la población de orcas que viven en las costas noruegas no le está yendo nada mal.
Pierre Robert de Latour calcula que hay mil 500 ejemplares, el doble de hace dos décadas.
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Algunos científicos hablan de 3.000 orcas en una zona que va del norte del país escandinavo hasta el archipiélago de Svalbard y al litoral de Groenlandia, que se ha vuelto más accesible a medida que disminuye el hielo marino.
Además del calentamiento, la pesca y el flujo de turistas embarcados por sociedades privadas para observar los cetáceos y bucear junto a ellos amenazan el bienestar de las orcas.
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El ecoturismo está en pleno auge en la región. No es raro que varios barcos cargados de decenas de aficionados al buceo costeen en un mismo fiordo, acercándose a solo unos metros de los cetáceos.
“La observación de cetáceos es un buen medio para sensibilizar y educar a la población sobre qué son estos animales y su vida en los océanos, pero los excesos pueden conllevar, a medio plazo, cierto malestar”, concluye Pierre Robert de Latour, también guía naturalista.
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