¿En qué pensamos cuando pensamos en la erupción de un volcán? La pregunta parece digna de un semanario amarillista o de un libro de Murakami, pero lo cierto es que sólo pensamos en lava saliendo violentamente de un cráter o, con nuestra experiencia, aunque sea mediática, en la lava corriendo por las calles, consumiendo todo lo que encuentra a su paso.
Más allá de las imágenes en rojo espectacular, hay algunos daños que no consideramos pero que también son masivas y pueden desatar catástrofes de salud graves, incluso dejar decenas, centenas o millares de muertos.
La erupción del volcán de Fuego duró 16 horas y provocó, hasta ahora, 62 muertos. (Foto: EFE)
Los gases volcánicos, por ejemplo, constituyen una gran parte del volumen de las erupciones. El vapor volcánico implica hasta un 60 % de las emisiones de gases como el sulfuro, helio y halógenos, además del peligroso dióxido de carbono que en grandes concentraciones ahoga.
Las cenizas volcánicas se componen de partículas finas de roca volcánica que cuando están en suspensión bloquean la luz solar y reducen la visibilidad al punto de la oscuridad. Se ha comprobado que las cenizas recién expulsadas pueden causar irritaciones cutáneas, en ojos y pulmones por su recubrimiento ácido, aunque no son mortales de forma física/química.
Lo que es importante de ver, en todo caso, es que la caída de cenizas juega un factor determinante en la salud mental de quienes presencian una erupción, pues causa ansiedad.
Habitantes de la comunidad de El Rodeo, una de las más golpeadas por la erupción del volcán de Fuego en Guatemala. (Foto: Twitter).
Los efectos de la ceniza: irritación nasal, dolor de garganta, tos seca, síntomas severos de bronquitis, dolores oculares, abrasiones en las córneas y hasta conjuntivitis.
La protección contra la ceniza es simple, incluso si hay agua potable minada de cenizas puede beberse hasta un punto previo a riesgos microbiológicos. Por lo demás, basta con barrer de manera constante en seco.+
Los sismos son una constante después de grandes explosiones, el ejemplo es que después de las últimas erupciones de los volcanes Kilauea de Hawaii y el de Fuego de Guatemala, las zonas cercanas experimentaron sismos leves pero constantes, producto del ascenso del magma, como bien lo explicó la experta vulcanóloga Lilia Arana a Cultura Colectiva News.
A la hora de la tragedia no hay competencia frente a las furiosas explosiones, menos si la cultura de la prevención o la infraestructura no es la óptima, pero efectos como la oscuridad de las cenizas y los gases emanados no son un juego menor en términos de salvaguardar vidas.
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