Situadas en lo alto del mítico estadio de Millerntor, las banderas negra pirata, arco iris del movimiento LGBT y marrón y blanco del equipo ondean al viento de Hamburgo. Visibles desde muy lejos, anuncian el compromiso del club, un icono de lucha por las causas sociales: “El FC St. Pauli, antifascista, antiracista, antihomófobo y antisexista”.
Modesto club de la segunda división alemana, el club cuenta con… 27 mil socios y más de 400 grupos de aficionados registrados, algunos de ellos en Canadá, Liverpool, Glasgow, Mánchester, Barcelona, Nueva York o Yakarta. Todos ellos estarán pendientes el domingo del “partido del año”: el derbi contra el Hamburgo SV, el gran club de la ciudad hanseática, que descendió el año pasado por primera vez después de 55 temporadas consecutivas en la Bundesliga.
El miércoles, en la séptima fecha de la segunda división alemana, el St. Pauli recibió al Paderborn (victoria 2-1) en su vetusto estadio de Reeperbahn, la palpitante arteria del “barrio rojo”, donde sex-shops y prostíbulos se apiñan. En ese ambiente de bares ‘underground’ se comenzó a forjar la idiosincrasia del club.
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En las gradas existe una fiesta de verdadero respeto y amor por el futbol. (Foto: Facebook)
– Jolly Roger en tribuna –
Antes de cada partido en casa, los hinchas más radicales del club, los que no se sientan para ver los partidos, se encuentran en el “cuarto de aficionados”, un lugar de convivencia que se organizan ellos mismos en una de las tribunas del estadios.
Allí cohabitan alternativos, anarquistas y antisistema de todo pelaje, en una atmósfera familiar en la que también tienen cabida los niños.
El código de vestimenta es estricto: abrigo, cazadora o camiseta negra, a poder ser con la imagen de Jolly Roger, la tradicional bandera de los piratas (la calavera y los dos fémures cruzados sobre un fondo negro).
“Somos los únicos aficionados que no lucimos los colores de su equipo”, apunta Jens, agarrado a su cerveza Astra, el patrocinador histórico del club: “La bandera pirata simboliza la lucha de los débiles contra los ricos, de los pequeños contra los grandes”.
En el local adyacente, los propios aficionados gestionan una barra a la que no siempre el fácil abrirse paso entre la multitud que se agolpa. En los vasos reza el mismo lema: “No hay vino para los fascistas”.
Pero más allá de la imagen, los aficionados son activos en varias acciones sociales o humanitarias. Ellos crearon la fundación del ‘FC Lampedusa’, un club de refugiados de Hamburgo, que lleva el nombre de la isla italiana a la que tratan de arribar numerosos africanos.
“Me gusta el St. Pauli porque aquí no se necesita dejar el cerebro a la entrada del estadio”, asevera Christoph Nagel, un historiador muy comprometido con la asociación de aficionados.
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Tanto en la vestimenta como en la cancha, el apoyo es fundamental para el St. Pauli. (Foto: Facebook)
– Piratas en los saques de esquina –
El club mismo adoptó desde hace tiempo los valores de sus seguidores. Durante la reunión del G-20 en julio de 2017 en Hamburgo, escenario de actos violentos, los dirigentes abrieron el estadio y permitieron a 200 antiglobalozación acampar en la tribuna principal.
“Para mí, la política juega un papel muy importante en mi pasión por el St. Pauli, comparto al 100% todos sus valores”, asegura Michael Pahl, “responsable de la tradición” en el seno de la directiva. “Los aficionados de Sankt Pauli fueron los precursores de una nueva cultura de aficionados en Alemania”, proclama con orgullo.
Porque si las asociaciones de aficionados de Múnich, Colonia, Stuttgart o Bremen promueven hoy en día la tolerancia, el respeto y la lucha contra las discriminaciones, no siempre fue así.
Las campañas de apoyo a las comunidades de refugiados, LGBT y punk son fundamentales en el St. Pauli. (Foto: Facebook / St. Pauli)
Algunos sectores del movimiento neonazi poblaron las gradas del estadio del Hamburgo en los años 80 y 90. En la ciudad se recuerdan enfrentamientos violentos entre aficionados de ambos clubes.
Michael Pahl, aficionado del St. Pauli desde los 14 años, vivió la época en que el club forjó su identidad actual, a finales de los 80. “Son los okupas y los punks los que poco a poco fueron poblando las gradas”, cuenta.
“Todo procede de los aficionados”, explica, no del club. Incluso la presencia de Jolly Roger fue una idea de los aficionados, que serigrafiaron camisetas ‘piratas’ para recaudar fondos. La iniciativa tuvo éxito y el club tomó el símbolo como propio, hasta el punto de que cuatro banderas piratas adornan cada uno de los cuatro córners del estadio Millerntor.
Con información de AFP.
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