Durante los años setenta, Shep Gordon visitaba los sitios más recónditos de Estados Unidos para buscar talentos emergentes y enseguida les arreglaba tocadas en algunos lugares pequeños pero concurridos. Una noche, en Venice, California, se presentaba una banda que recién había contratado, su nombre era Alice Cooper. Apenas llevaban 10 minutos de su presentación, cuando los asistentes abandonaron el lugar. Gordon, alarmado por lo que estaba ocurriendo, movió sus contactos para conseguir la aceptación del público. Esa banda tenía futuro, eran tétricos, divertidos y sonaban bien; eran pioneros del shock rock.
Mientras esperaba respuesta, su vocalista Vincent Damon Furnier se empeñaba en mejorar tanto su forma de cantar, como la calidad musical de la banda. Entonces, llegó el contacto que tanto deseaba Gordon. El productor discográfico Frank Zappa estaba interesado en la agrupación. Poco a poco despuntaron, pero no dejaban de tocar en sitios pequeños hasta que se interpuso la lucha de egos y la mala organización, lo que derivó en un descanso indefinido. Shep Gordon tenía un gran ojo con el que lograba identificar el talento nato, justo el que Damon poseía. Al ver que el descanso se alargaba, el manager logró convencer al cantante de que explotara su talento e hiciera algo con él. Entonces, al ver el desinterés de sus compañeros, Vincent tomó el nombre y se convirtió en Alice Cooper con ayuda de Gordon.
El manager lo orilló a seguir en el shock rock, lo que hizo de Cooper un icono del género. Le colocó un sombrero, maquillaje y rasgó su camisa. Lo arrojó al escenario y comenzó la leyenda. Shep Gordon era un gran conocedor del medio artístico y analizaba detalle a detalle qué era lo que “estaba de moda”, desde las prendas que se veían en la calle, hasta las nuevas formas de hablar y expresarse. Todo ello se lo aplicó a su nuevo producto, a Alice Cooper.
Entonces, el cantante fue producto de la campaña de publicidad más grande que se ha visto en el mundo musical —sí, aún sobre KISS, ellos son otra historia— ya que fue gracias a él que se implementaron algunas tendencias en el mundo. Es decir, gracias a Alice Cooper y su música, las personas en el mundo comenzaron a usar maquillaje, se vistieron con atuendos extravagantes y por supuesto, se atrevieron a cumplir sus más oscuros deseos. Alice Cooper se convirtió en el estandarte de las nuevas tendencias en los 70, incluso más que Bowie o Marc Bolan. Si bien las personas eran seguidores acérrimos de aquellos glamers, Cooper tenía al ejército de fans más grande del mundo.
Él y su música generaron las nuevas tendencias, pusieron de moda el maquillaje, el show y la calidad musical, pero lentamente, eso cambió.
Casi 50 años después, la música ya no es una tendencia, ahora es todo lo contrario. Las tendencias son puestas por la industria de la moda, o por el Internet y la música se adapta a ellas. Es mucho más fácil que en la actualidad existan agrupaciones y solistas que creen canciones que no perdurarán en el tiempo ya que no es que el mundo gire en torno a ellas, sino que las canciones fungen como acompañantes de todas esas modas que se presentan en diversos ámbitos. Ya sean espacios culturales, artísticos o periodísticos, la moda se manifiesta de alguna manera y detrás de ella, o mejor dicho, como parte de las tendencias, la música ameniza el momento.
Ya no hay una canción que perdure para toda la vida o que se quede en la memoria por mucho tiempo, más bien la mayoría de las canciones de moda son iguales. Rihanna y Britney Spears, Jason Derulo y Drake, Coldplay y Maroon 5. Todo es muy similar entre sí o tiene ciertos toques que te prohíben identificar de dónde proviene cada sonido. No es que sean malas canciones y tampoco ritmos desagradables. Más bien, estamos sumidos en un imaginario un tanto saturado de ideas y conceptos que se revuelven entre sí y no generan nada nuevo, sólo se mezclan y dan como resultado una conjunción extraña y arriesgada de sonidos e ideas que no trascienden en el tiempo. Dejan de funcionar en cuanto otra idea —exactamente igual—sale a la luz y no hay nada que hacer, sino cantar la misma tonada con otras letras.
Necesitamos que las bandas y solistas actuales nos regalen innovaciones musicales. Sabemos que no hay nada nuevo en el mundo, en la música mucho menos, pero podrían crear algo sobresaliente que no se parezca tanto a lo que ya está planteado, que trate de causar una impresión diferente y que nos haga volver a creer en la música.
Quizá necesitamos más personas como Shep Gordon, que logren encontrar aquellas bandas y músicos que cambien nuestro mundo y por supuesto, los himnos que sean capaces de marcar generaciones y de recrear momentos históricos, ya no podemos tener canciones pasajeras difíciles de recordar, ya que todo suena similar. Necesitamos de personas que cambien el mundo de manera artística, más no que la llenen de basura y “más de lo mismo”.
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El último disco de Drake ha sido considerado uno de los mejores de la primera mitad del año, pero quizá no perduren como lo han hecho estos clásicos del indie.
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Referencias
Rolling Stone