Lo hacemos automáticamente: creamos textos y modificamos otros tomando trozos de distintos sitios, de distintas mentes. Pero en algún momento esta acción fue –de alguna manera– inventada. Bastó que un dadaísta metiera trozos de papel con frases dentro de un sombrero para dar vida a poemas que parecen no tener cabeza ni pies, pero que están viciados de sentido entre líneas.
En la década de los 20 Tristán Tzara planteó la idea del Cut Up para fines literarios, sin pensar que esto sería viral para ciertos artistas, trasladándose de la literatura a la música sin perder su esencia. El Cut Up consiste en tomar pedazos de textos esperando que al tomarlos al azar las palabras cobren sentido.
El autor de “El almuerzo desnudo” (1959) e integrante de la generación beat, William Burroughs, también usó esta técnica. Decía que: “cuando se cortan líneas de palabras el futuro se filtra”; y fue el encargado de enseñarle esto a Genesis P- Orridge, quien después alteraría la realidad musical por primera vez.
El ruido creció y otros músicos comenzaron a adoptar el Cut Up. David Bowie, Kurt Cobain y Bob Dylan escribieron varias de sus canciones de esta manera. Bob Dylan escribió “The Ghost of Electricity Howls in the Bones of Her Face” de Visions of Johanna, mezclando oraciones y esperando el que azar fuera coherente.
Thom Yorke (vocalista de Radiohead) utilizó esta técnica para componer las letras del KID A, el cual estuvo lleno de frases abstractas y minimalistas. De hecho, las letras de este disco no se entregaron escritas en un papel; intentaron que se quedaran permanentemente unidas a la melodía.
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Electric Arguments, el tercer disco de Paul McCartney bajo el pseudónimo ‘The Fireman’, también fue compuesto bajo esta técnica. Aunque actualmente sea utilizada por DJs y para canciones de hip hop. Esta especie de yuxtaposición logró conquistar dos artes y sobrevivir –e incluso seguir vigente– por más de nueve décadas.