Cuando se trata del amor y la vida existe una famosa sentencia: una persona tiene lo que se merece. Y es ahí cuando empieza una lógica clasista y numérica que dice que si eres un 8 debes juntarte con un 8. Puedes descender y emparentarte con un 7 o 6, pero nunca aspirar a más. Dicho de otro modo, un 8 nunca merecerá un 10. De ser cierta esta categorización debe existir una forma para calificar a las personas. ¿De qué depende su número? ¿De su color de piel, puesto en el trabajo, dinero en su bolsa? ¿De cuántos libros ha leído, cuántos ha escrito y cuántos ha entendido?
Cualquiera que sea la regla con la que se mide, sin duda, es una métrica subjetiva de la que nadie tiene certeza y sin embargo está presente en el día a día. Si transportamos esa función a la música, ¿cuál sería el resultado? ¿Qué concierto merece cierto tipo de personas? La respuesta más obvia es el que a uno le gusta. Eso tiene mucho sentido, sin embargo, no siempre podemos escuchar lo que amamos porque estamos limitados por barreras demográficas…
Hay bandas que nunca han pisado México y nunca lo harán, por ejemplo, The Knife que después de 15 años de trayectoria nunca estuvieron ni cerca del país. Otros casos podrían ser Kanye West o Drake, que su presencia en tierra azteca sería como un sueño. Es aquí cuando la “música que merecemos” cobra un sentido del que pocos se habían percatado. La pregunta que sigue es: ¿Qué música merece México?
La forma más sencilla de saberlo es observar los carteles de los festivales más grandes del país y los cuales se suponen son de calidad internacional. En el lineup del Corona Capital y Ceremonia existen músicos tan grandes como Foo Fighters, Green Day, Björk y James Blake. Para algunas personas, estos grupos son los mejores del mundo y su visita la aprecian como un acontecimiento histórico. Por supuesto, tienen razón. Pero qué pasa cuando alguien busca un proyecto no tan popular en un ámbito mediático.
¿Qué pasa con festivales de otros países? Este año el Pitchfork Music Festival tendrá como headliners a dos grupos que en México nunca hubieran llegado a la cima. El primero es Dirty Projectors y el segundo The Avalanches, ambas agrupaciones no tienen muchos seguidores en el país a pesar de que su música es tan buena –o mejor– que la de Foo Fighters y Green Day.
Dirty Projectors es el claro ejemplo de aquellos extravagantes proyectos que no pueden clasificarse dentro de un género debido a su experimentación con instrumentos y estilos. Los han comparado con la música de David Byrne y Squeeze, pero también se van al otro extremo donde se les considera una banda pop. En ese vaivén de comentarios, la banda neoyorkina ha compuesto grandes temas como ‘About to Die’, ‘Dance For You’ o ‘No Intention’, que han encantado al público. Lo malo es que su peculiaridad creativa ha limitado su número de fans. Puede que su música sea compleja, pero de ser consagrados como una banda famosa, los amantes de la música estarían escuchando temas excepcionales por todos lados.
Por otro lado, han pasado 16 años desde que The Avalanches impresionó al mundo con su música construida a partir de 3 mil samples. En ese entonces la técnica resultó asombrosa. Después de ellos otros artistas quisieron imitar el proceso y ensuciaron la grandeza del método compositivo. Sin importar todo lo que sucedió tras “Since I Left You”, el grupo de música electrónica volvió a construir un álbum con recortes de otros lados. El registro es variadísimo: se puede acercar a Henry Mancini en “Zap!”, al country en ‘Park Music’ y al dream pop de My Bloody Valentine en “Colours”.
Si tanto The Avalanches como Dirty Projectors son grupos de gran calidad y de una técnica asombrosa, ¿por qué nunca son los headliners de los festivales en México? Ante este fenómeno sólo existe una respuesta: el público mexicano no merece su música.
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