En la adaptación cinematográfica de Ghost World (Terry Zwigoff, 2001), el cómic de Daniel Clowes, la protagonista, Enid (interpretada por Thora Birch) pasa por un momento que podría describirse como epifánico. Lo que en principio era otra de sus bromas y muestra de su inmadurez, se convierte en otra experiencia. Compra un disco de vinilo a Seymour (Steve Buscemi), un solitario y neurótico coleccionista de álbumes de ragtime, jazz y blues. En la escena, un punto de inflexión en la historia, se puede ver cómo “algo” le pasa a Enid al disfrutar, una y otra vez, el tema “Devil Got My Woman”, de Skip James.
Ha pasado mucho desde que Beethoven afirmó que la música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía. Tal vez no escuchas música clásica, pero este pensamiento podría abrirte las puertas a una nueva percepción. Quizás escuchas un solo género, víctima de las recomendaciones y de las listas de radio o páginas seudoespecializadas que parecen más mercadeo y posicionamiento que otra cosa. Tal vez tienes prejuicios que te están impidiendo disfrutar de una verdadera y satisfactoria experiencia emocional, artística y auditiva. ¿Cómo son tus horizontes musicales y qué dicen de ti? No se quiere, desde estas líneas, dirigirte una crítica gratuita, pues tienes derecho a que te gusten algunas cosas y otras no. No obstante, la finalidad es demostrar por qué escuchar todo tipo de música puede beneficiarte de una manera que ni imaginabas y te hará más listo e interesante a la vista de todos.
Podría hablarse de la relación con este arte como si se tratara de una edad musical. Alguien de 25 años, por ejemplo, podría considerarse, según su experiencia de escucha, mayor. Si creciste escuchando Pedro Infante, Jorge Negrete, Agustín Lara y Chavela Vargas en los acetatos de tus padres o abuelos, probablemente te hayas contagiado del amor por la música en general.
Hay que tomar en cuenta el significado de la música. ¿Qué es? Es un arte, en efecto, pero también es un lenguaje y, por ende, una forma de comunicación tan antigua como los sonidos y tan poderosa como las palabras. La historia de la humanidad es también la historia de la música. Cuando tus horizontes musicales se amplían, empiezan a movilizarse dentro de ti mecanismos intelectuales y emocionales que te convierten, de alguna manera, en una mejor persona. ¿Por qué te privas de placeres cuando pudes disfrutarlos a gusto? ¿Sientes culpa por escuchar de vez en cuando, si así lo prefieres, una cumbia o algún éxito grupero? Si aplicas la filosofía de que hay que disfrutarlo todo, por mencionar un caso, en tu forma de comer (variada, multicultural, ecléctica), ¿por qué no hacerlo con la música? Al fin y al cabo, escuchar música no le ha hecho mal a nadie.
Aunque puede ser un acto fundamentalmente social, también puede ser una experiencia personal. Tener interés en la variedad musical no te limita sino todo lo contrario: dice de ti que eres una persona de mente abierta, que tienes un profundo mundo interior, que eres curioso, inteligente y alguien con quien vale la pena relacionarse para conversar de diversos temas, aprender y compartir información. La búsqueda de tus límites en cuanto a música también es parte de tu búsqueda existencial.
Además, hay música para todo momento. En cuestión de género y de piezas específicas, por lo que puedes catalogar tus sentimientos en función de temas alegres, de fiesta, tristes, melancólicos, etc.
Ahora bien, esto no quiere decir que debes ser una enciclopedia de toda la música del mundo, apilando datos y nombres como en un disco duro. Abrir tus oídos a nuevos géneros te otorga las herramientas para saber discernir y escoger las cosas que te representan y que tienen un significado especial para ti.
Big Jay McNeely enloqueciendo a un público totalmente blanco / Foto: Bob Willoghby, 1951
En sintonía con lo ya expuesto, la música tiene un carácter estrechamente liberador y rebelde, en cuanto pone de manifiesto ideales de culturas distintas a dialogar entre sí. Escuchar música diferentes es como un choque que puede afectarte en lo más hondo de tu corazón. El jazz, por ejemplo, significó una postura revolucionaria no sólo de los negros en Estados Unidos, sino también de los blancos que lo escuchaban, admiraban a sus intérpretes y asistían a los conciertos, compraban discos y bailaban en los locales sin importarles raza, color de piel, estrato social, edad o género. Tener horizontes musicales amplios te despoja de prejuicios culturales y generacionales, así como los referentes a los roles del hombre y la mujer. Dice de ti que eres una persona dispuesta a no seguir lo dictado por la sociedad, que sueles a derrumbar paredes impuestas y que te gusta tener nuevas vivencias por tu cuenta antes que tomarlas por sentado. En el fondo, te ayuda a construir tus propias opiniones y a dar forma a tu personalidad e identidad. Asimismo, huelga decirlo, mejor tus habilidades sociales.
“Escuchar es volver a recordar”, reza un dicho. Cuando no encuentras las palabras correctas que definan lo que estás pasando, la música te ayuda a canalizarlo. El piano de Ludovico Einaudi, por ejemplo, puede ser tu mejor compañía en esos días de lluvia y frío, en vez te a escuchar lo último de Drake, con el respeto que se merece. En todo caso, nunca sabes qué sorpresa podrías llevarte al salir de tu zona de confort musical.
Como ya se señaló, no es preciso que escuches de todo. Tienes todo el derecho de distinguir qué es bueno y qué es malo para ti, pero si antes no escuchas, ¿cómo te formas esos criterios? Escucha todo lo que puedas, da una oportunidad a esa música que te parece impensable en tu lista de Spotify o en tu iPod, lo peor que puede pasar es que no quieras oír esas canciones nunca más, pero con un argumento perfectamente constituido. Lo más importante es que tu amor por el arte se fortalezca.
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Si estás dispuesto a escuchar lo que sea y al mismo tiempo incrementar tus conocimientos y habilidades sociales, no dejes que te pase esto.