“La honestidad no es una virtud, es una obligación”.
Andrés Calamaro
Poco son los artistas que navegan contracorriente en medio de la inhóspita ciudad eléctrica y ácida del rock experimental. Los grandes artistas están hechos de vivencias, relaciones humanas y experiencias fantásticas que los hacen distintos a la hora de expresar y destilar sus virtudes en lo que más les gusta hacer. Explorar el rock iberoamericano es hundirse en la cultura popular de cada país, tanto México como Colombia, Uruguay, Venezuela y Argentina han sabido añadir grandes nombres a la historia musical del mundo. Es, precisamente, en Argentina donde emprendemos un viaje sin Paracaídas ni Vuelta, para conocer el lado artístico, musical y visceral del hombre rústico de Buenos Aires.
Andrés Calamaro nació el 22 de agosto de 1961; desde pequeño supo cuáles eran las virtudes y cualidades que lo convertirían en una leyenda del rock de su país. A los ocho años comenzó con el bandoneón, para seguir con las guitarras, percusiones, teclados y sintetizadores; a los 17 se volvió tecladista y grabó su primer disco como integrante en la agrupación Raíces, fundada por Beto Satragni y Roberto Valencia en 1977.
Lo que siguió para un joven Andrés, fueron proyectos efímeros que lo nutrieron de conocimientos y técnicas. Participó en distintas bandas locales como Elmer’s Band, Stress y Proyecto Erekto, este último sería la génesis de lo que se convertiría en el fenómeno de Latinoamérica, Soda Stereo. Pero fue gracias a Alejandro Lerner, quien lo recomendó como tecladista a Miguel Abuelo, que llegó a la mítica agrupación Los Abuelos de la Nada y contribuyó con los temas “Mil horas”, “Sin gamulán” y “Costumbres argentinas”.
“Mil horas” — Los Abuelos de la Nada
https://www.youtube.com/watch?v=O2bloDrA8dc
Mientras aún era integrante de Los Abuelos, Calamaro se aventuró a grabar sus primeros discos como solista: Hotel Calamaro (1984), Vida cruel (1985), Por mirarte (1988) y Nadie sale vivo de aquí (1989), a éste último la revista Rolling Stone lo colocó en el puesto número 60 de la lista de “Los 100 mejores álbumes del rock argentino”. Estos álbumes son indispensables para conocer el perfil explosivo y vanguardista del Andrés de aquella época, pues ya estrechaba manos con los legendarios Charly García, Luis Alberto Spinetta, Richard Coleman y Daniel Melingo; sin olvidar sus dos participaciones como telonero de Bob Dylan en 1999 mientras promocionaba su doble álbum Honestidad Brutal, y en 2015 con su gira “Licencia para cantar”. Su prolífera carrera lo llevó a producir discos para Los Fabuloso Cadillacs y Los Enanitos Verdes. En 1990 tomó el liderazgo en la agrupación española Los Rodríguez, junto a Julián Infante, Ariel Rot y Germán Vilella; esta banda fue una de las más rumberas y desafiantes del rock en español.
“Sin documentos” — Los Rodríguez
En 1997, Calamaro volvió al estudio de grabación para iniciar su segunda fase como solista y es la que hasta hoy mantiene, pues lo que le sirvió de experiencia, resultó en su Camboya Profundo. En ese mismo año viajó a Estados Unidos y realizó uno de los mejores discos en la historia del rock argentino, Alta Suciedad, con músicos que grabaron con Steely Dan, Tom Waits y Keith Richards; este álbum contiene algunas de las canciones que ya son indispensables en el repertorio de Andrés, entre las que destacan: “Flaca”, “Crímenes perfectos”, “Loco”, “Donde manda marinero”, “Media Verónica”, por mencionar algunas. Dos años después lanzó el álbum doble Honestidad Brutal, uno de los mejores de su carrera que lo catapultó como un artista experimental y poético, bastaron 37 canciones para demostrar que el rock, pop, reggae, bossa nova y el folclor argentino son necesarios para compartir en voz de Pappo, Ciro Fogliatta, Mariano Mores, Virgilio Expósito, Moris, Daniel Melingo, Diego Armando Maradona, entre otros.
“Flaca”
“La parte de adelante”
https://www.youtube.com/watch?v=2bPavth2Q4k
Al comienzo de un nuevo siglo, en el 2000, Andrés lanzó un álbum quinto material titulado El Salmón, con él dejó ver su lado más ácido y visceral al interpretar tango y clásicos del rock and roll, respetó a Gardel, Spinetta, The Beatles y a The Rolling Stones. Lo que siguió fue una pausa de cuatro años de encierro en su doméstico estudio de grabación en Buenos Aires, fue un momento oscuro en su carrera, pero no perdió el tiempo; en ese periodo nacieron canciones desde lo más profundo de su alma y que podemos disfrutar en sus álbumes posteriores.
Luego de un periodo en la sombra, Andrés publicó El Cantante en 2004 y el disco en vivo El Regreso en 2005. Al inicio del segundo lustro del milenio apareció Tinta Roja, grabado en el estadio de obras Made in Argentina, y El palacio de las flores con la participación del legendario Litto Nebbia. Hasta la fecha, el Salmón —como también lo conocen— no ha parado de hacer lo que más le gusta, ya que en 2007 lanzó La Lengua Popular, en el que sus composiciones son más suaves y floridas, para darle una cara distinta al rock auténtico latinoamericano, así como con destellos poéticos y reveladores.
En 2009 reunió todo sus éxitos en Obras Incompletas, además de incluir grabaciones inéditas e instrumentales, con dos DVD y un libro de 184 páginas que contiene letras, anécdotas y fotografías de su archivo personal. El majestuoso repertorio ofrecido en On The Rock (2010) recuperó la esencial del rock desafiante y trascendental, por ello, invitó a artistas como Calle 13, El Langui, Diego el Cigala, Bunbury, Niño Josele, por mencionar algunos. En este álbum se muestra un Andrés fortalecido y listo para remover el polvo de su palacio, y revivir el 2000 con Salmonalipsis Now!, que reúne las melodías más emblemáticas de El Salmón, además de incluir cuatro canciones inéditas para fortalecer el estilo inaudito del rockero del milenio.
“Los divinos”
Hoy Calamaro es uno de los artistas más influyentes de la música popular latinoamericana, sus placeres por la vida lo han cristalizado para dejar ver a ese Salmón que tanto esconde y poco habla. En 2013 publicó Bohemio, un disco que descarga electricidad y derroche estético. En 2014 editó una película titulada Bohemia junto al cineasta argentino e independiente Leo Damario; el filme se basa en la música del álbum que lleva el mismo nombre, y es una aventura protagonizada por Micaela Breque y Carla Quevedo, en la que el amor, el sexo, la violencia y el rock fluyen en conjunto para combinarse con la cotidianidad. En el mismo año también estrenó el DVD Pura Sangre y el disco grabado en directo Jamón del medio, que recopila su gira por el continente americano y parte de Europa.
En 2014 colaboró con su compañero de ruta, Enrique Bunbury para lanzar Hijos del Pueblo, que reúne los gustos bohemios de estas dos grandes figuras de la música en nuestro idioma; interpretan canciones de su carrera en solitario y con sus antiguas bandas, homenajean a Cerati al cantar “Crimen”, también encontramos el repertorio bohemio y característico de José Alfredo Jiménez, así como más melodías de rancheras y parranda.
“Crimen”
En su libro Paracaídas y Vueltas, publicado en 2015, podemos encontrar a un Andrés sumergido en la literatura y en la música universal, demuestra sus aficiones y pasiones como fotógrafo amateur, cuenta sus anécdotas personales con amigos toreros, músicos, delincuentes y cada uno de los momentos sublimes en el escenario y en los estudios de grabación. En su producción Romaphonic Sessions (2016), un disco acústico, integra armonía y temas clásicos del repertorio del Salmón, así como letras fundamentales del tango argentino versionadas al piano de Germán Wiedemer y en voz de Calamaro. En ese mismo año y de manera espontánea, cierra con Volumen 11, en el que vuelve a las raíces salmoneras de aquel Honestidad Brutal o El Salmón, también al rock puro y la acidez característica de un bohemio esencial en la cultura argentina.
“Rock y juventud”
Andrés Calamaro, el hombre que vuelve a Corrientes a visitar a los viejos amigos, brindar por el arte de Picasso y el cine convencional, es el último bohemio del milenio que defiende la tauromaquia con el capote en mano. Ese Andrés que le canta a la vida, al amor, a los amigos ausentes y saluda en el escenario a la memoria perdida, a los pedazos rotos de la conciencia, y desciende sin paracaídas ni vueltas en un aeropuerto cosmopolita, con mate en mano y vinilos de jazz y tango.
Bob Dylan lo llamó “el rey del ritmo”.
**
La música está llena de historias turbulentas que involucran a más íconos, como aquella que nos cuenta lo que hay detrás del odio de Andrés Calamaro a Charly García.