Desde que me levanto hasta que me acuesto, el reggeatón retumba en mis entrañas y me hace agitar la pelvis de una forma animal. No es el tipo de música que me gusta, pero todo el mundo lo escucha y es imposible abstenerse del perreo colectivo. El goce inicia con mis vecinos que se despiertan escuchando los ritmos sugestivos de Panamá y perfeccionados en Puerto Rico. Al abordar el transporte público suena el ‘Shaky Shaky’ que me acompaña hasta llegar al trabajo. Aquí, metido en una oficina de la Colonia Roma, en un mundo de apariencias, pensaría que estoy a salvo del sandungueo. No es así. Incluso hasta los co-workers más pudientes traen consigo a Maluma… Baby.
Resumen: todas las personas escuchan reggaetón.
¿Por qué?
El reggaetón se hizo popular por su desinhibido baile, el perreo, que suele desembocar en un cachondeo aún más intenso. Al parecer nadie se resiste a mover las caderas y balancearse de atrás para delante, bien pegado a su pareja. Inició como un ritmo de grupos marginados y con el paso de los años se diversificó hasta volverse en un fenómeno mundial, imitado por los artistas más famosos de la actualidad. Hoy el pop se mezcla con esta subcultura en canciones de alta gama, como: ‘Despacito’, ‘Vente pa’cá’ y ‘Ginza’, donde los escenarios paupérrimos de Latinoamérica fueron sustituidos por decadentes fiestas en Miami.
La nueva mezcla dista del reggaetón de primera generación, pero se conserva la exuberancia y desinhibición de sus letras. Piezas con un florido slang, eufemismos para todo tipo de encuentros sexuales y palabras como culito, perra y pussy… El hecho es que si todo el mundo escucha reggeatón, está en contacto directo y continuo con “el movimiento”, como le dicen sus seguidores. Aquí es donde entra en juego la decencia, la moral y los prejuicios de la sociedad, pues señalan este tipo de música como soez y vulgar. Sus mayores detractores la acusan que ser un discurso machista que objetiviza a la mujer, las convierte en una cosa cuya única finalidad es mover su cuerpo para excitar al hombre.
Esta es la crítica que se ha repetido una y otra vez alrededor del reggeatón. ¿Es correcta? Para algunos lo será pero para otros individuos es el caso contrario. En el texto “Perras: en defensa del perreo”, de Catalina Ruiz-Navarro, se deja clara su visión, “es uno de esos paréntesis en donde mujeres de todas las clases, colores y pudores se dan permiso de ser seres sexuales”. Si el reggeatón es música normal en el siglo XXI es porque las mujeres tienen la libertad de expresarse y experimentar de manera libre cualquier aspecto de su sexualidad sin tapujos.
Ruiz-Navarro cataloga al movimiento de pelvis como un empoderamiento femenino inesperado, que reivindica a un culo que durante años fue obligado a estar oculto, juzgado por una doble moral creada por hombres. Ésta encuentra libertad en el reggeatón, autonomía, y justo por eso debe ser y es normal.
Bajo este discurso se puede escuchar y disfrutar cualquier canción de reggeatón sin entrar en conflictos sociales y de género. ¿Qué tiene de malo expresar los pensamientos sucios que siempre tenemos en la cabeza? Descúbrelo con esta pequeña probada de perreo femenino, empoderado, romántico y honesto.
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‘No eres bueno’ – La Favi
“Jálame el pelo. Bajo despacito, te lo bajo hasta el suelo”
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‘Tu señora’ – Tomasa del Real
“Así papi, papi dame durito”
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‘Fiebre Prod King Doudou’ – Bad Gyal
“Cuando yo te bailo sé que tú te vuelves loco. Especialmente si te lo hago poco a poco”
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