Este 5 de febrero del 2017 se cumplen 100 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el documento de más alta jerarquía que rige las normas de vida política y convivencia social de todos los mexicanos.
Un siglo se dice fácil, pero engloba muchas cosas; evolución en las formas de pensar, nacimiento y muerte de conceptos, delitos que quedaron en el olvido y otros nuevos que han obligado a que los legisladores del país realicen modificaciones para estirar hasta el punto máximo la vigencia del documento más importante del país.Hasta este 2017, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sufrido más de 700 modificaciones en sus 136 artículos fijos y los 19 transitorios. Según información de la Cámara de Diputados, el 80 por ciento de los artículos han sido modificados.
Entró en vigor el 5 de mayo de 1917, cuando Venustiano Carranza era presidente de México y trataba de mantener el orden social en el país, guardar las armas y comenzar desde cero.
Es considerada una de las constituciones más robustas del mundo, pero no por la cantidad de artículos, sino porque cada uno de ellos contiene especificaciones para casi cada una de las posibles violaciones a la misma, lo que en teoría hace al sistema de justicia mexicano uno de los mejores planteados.
Efectivamente, en teoría. En la práctica es constante escuchar noticias sobre controversias constitucionales para dar luz verde o para frenar leyes que pretenden modificar la forma de vida de estados de la República Mexicana, porque cada una de las 32 entidades federativas tiene que basar sus leyes en la Carta Magna.Incluso la controvertida y supuestamente liberal constitución de la Ciudad de México contiene artículos como el del matrimonio homosexual y el de la aprobación del consumo de marihuana medicinal, que tendrán que quedar sólo estampados con tinta, porque no será posible aplicarlos debido a que no están contemplados en la Constitución Política de 1917.
Una constitución que fue escrita hace 100 años, justo cuando el país seguía convulsionándonse después del movimiento revolucionario encabezado por Emiliano Zapata y Francisco I. Madero, los cuales lograron derrocar al dictador Porfirio Díaz.
Cuando Don Porfirio dejó el poder, en 1915, comenzó otro conflicto que no fue menor, pues cada unos de los frentes que se levantaron en armas querían que “les hiciera justicia la revolución” y la forma institucional de lograrlo era dejar plasmados todos los derechos que querían tener en un documento que sustituyera a la Constitución de 1857.
Y así, en medio de conflictos sociales y políticos se redactó el documento que hasta la fecha sigue marcando la pauta de la vida política y social de los mexicanos.
No cabe duda que al conocer el contexto en el cual se escribió ese longevo documento podríamos pensar que le urge una renovación por completo. Jubilarlo y dejarlo como algo histórico, pensar en convocar a una asamblea constituyente conformada por personas de todos los sectores, para que todos y cada uno de los mexicanos nos sintamos representados.Que en ese documento queden plasmados derechos y obligaciones de una forma de vida muy diferente a la del 1917, donde se abogue por la igualdad de género, los derechos de elección individuales, como el del modelo de familia que se quiere conformar y el tipo de pareja que queremos en nuestras vidas.
Una constitución que hable acerca de prevención de adicciones y procure que exista información suficiente y políticas públicas en pro de elecciones de vida responsables y no margine ni castigue a quienes hagan algo diferente a lo que hacen las mayorías.
Pero entonces habríamos de preguntarnos quién sería el órgano que regule y verifique todas las propuestas y posteriormente califique los artículos que quedarán plasmados en la nueva hipotética constitución. ¿Confiamos en ellos?
Recientemente varias encuestadoras presentaron el porcentaje de aceptación que el presidente del país, Enrique Peña Nieto, tiene entre los ciudadanos del país; la cifras están en mínimos históricos que rondan el 9 y el 12 por ciento.
¿Confiaríamos en una nueva constitución que nazca en el sexenio del presidente más repudiado en la historia reciente de México? ¿Será que podemos aspirar a tener un presidente que llegue al final de su sexenio con una aprobación que rebase el 60 por ciento?Tal vez el problema no está en la constitución, que con todo y sus más de 700 parches sigue brindando las bases legales para impartir justicia; quizá el problema está en las últimas dos palabras de la oración anterior: impartir justicia.
Un país en donde la corrupción está en todos lados y todos somas parte del monstruo que la alimenta, es difícil no dudar de cualquier procedimiento legal.Desde el que paga una “mordida” para que su coche pueda circular libremente aunque el engomado diga que ese día debe quedarse estacionado en casa, hasta los altos funcionarios que reciben millones de pesos para conceder permisos de construcción para alguna empresa.
Ni la Constitución considerada por muchos como una de las mejor redactadas del mundo ha podido contener el hambre de dinero y de poder. Y quién sabe si una nueva constitución pueda hacerlo, porque el problema de un país convulsionado y con problemas tan graves de impunidad y corrupción no está en la Constitución, está en cómo se sale de la teoría y se aplica en la práctica.¿La Constitución de 1917 sigue vigente? Sí, sencillamente porque es la que tiene las bases de la legalidad que hoy conocemos porque nos la han enseñado en los libros y porque modificación tras modificación la hacen que se adapte a los nuevos tiempos.
¿Valdría la pena tener una nueva constitución que la sustituya? No. Primero habría que trabajar en aplicar correctamente la que ya tenemos y acostumbrarnos precisamente a seguir la ley sin trampas.
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