El semanario “Desde la Fe”, la publicación Católica de “información y formación” de la Arquidiócesis de México, se ha caracterizado por ser una voz polémica y versátil. Cada semana, toman el papel de biólogos, de filósofos, de geopolíticos y de analistas políticos.
En la última edición, publicada ayer, compararon el aborto con los muertos a manos de la violencia por el crimen organizado. Según su editorial, titulada “La vida no vale nada”, nos hemos acostumbrado a la muerte en sus formas más denigrantes.
El propicio del dolor y muerte no es una práctica exclusiva de los ciudadanos que actúan fuera de la ley. También se “tolera oficialmente” cuando se protege el asesinato de indefensos y cuando prevalecen las egoístas decisiones sobre el cuerpo. Así definen ellos al aborto.
De acuerdo a la Iglesia Católica, en nuestro país las “víctimas” del aborto superan en número a las que ha dejado la guerra contra el crimen organizado. Son contundentes, hemos dejado de sentir horror por el “asesinato institucionalizado” de miles de seres humanos indefensos en el vientre de su propia madre.
Según sus cifras y su concepto, los miles de cuerpos humanos tratados “como basura” no son visualizados en el país: tan sólo en la Ciudad de México, la cifra suma 160 mil niños asesinados.
Históricamente, la Iglesia Católica ha lanzado campañas en contra del aborto y justifican sus labores para convencer a la autoridad, a los legisladores y a la sociedad con la premisa de que construyen una “mejor sociedad” y fomentan una “cultura de la vida”.
Pero la cultura de la muerte es la que parece más apropiada, pues es ella la que se ha encargado de fomentar la criminalización de las mujeres que deciden abortar, sin importar si la madre fue violada o no.
Como sucedió en Veracruz, con la ley antiaborto que la Iglesia promovió, omitieron las consecuencias de la misiva. Los defensores de los derechos fundamentales a la salud sexual y reproducción de la mujer se han cansado de recordar que las misivas que prohíben el aborto sólo promueven (aún más) la violencia contra las mujeres y entre ellas mismas.
A la Arquidiócesis se le olvida el riesgo que implican los embarazos adolescentes, la mortalidad materna y la proliferación que habría de los abortos clandestinos en sitios insalubres, incapaces de garantizar el bienestar de la madre durante y después del proceso.
Pero no, es mejor comparar a las mujeres que abortan con criminales, mucho más despreciadas por la Iglesia Católica mexicana que los pederastas y los criminales que con el arrepentimiento, la confesión y el rezo obtienen la expiación.
Para ellos, las madres que abortan son más criminales que los violadores, los secuestradores y los miembros del crimen organizado…
*Con información de: EmeEquis, Desde la Fe.