La reportera Charlo Greene reveló al aire que era la dueña del Club de Cannabis de Alaska y que apoyaba firmemente la legalización de la marihuana. Tras sentenciar “al carajo, renuncio”, hoy podría pasar 24 años en la cárcel.
De acuerdo a The Guardian, el 22 de septiembre del 2014 durante un noticiario de la estación KTVA de Alaska, Greene abandonó el foro de televisión en medio del programa. Tras su salida del aire, el video se viralizó esa misma noche.
Desde entonces, suspendió el Periodismo para convertirse en una defensora y promotora de la legalización. Alaska fue el tercer estado norteamericano donde se aceptó legalmente el uso recreativo de la marihuana (noviembre 2014).
Su pasión por la defensa de la marihuana inició cuando conoció a activistas en Colorado y Washington y aprendió de los beneficios medicinales de la planta.
No obstante, el gobierno estatal le ha puesto muchas trabas y ha obstaculizado su lucha, que ha seguido siempre desde el ámbito legal.
Iniciaron una serie de operaciones encubiertas y cateos en su Club hasta acusarla de ocho “ofensas criminales” por comportamiento inadecuado involucrando una sustancia controlada.
De proceder las acusaciones, podría pasar 24 años en prisión, hecho que ella denomina como un linchamiento moderno, además de considerar que sería una privación del resto de su vida adulta.
Este acontecimiento ha causado revuelo en todo el país porque cada vez más personas se involucran en la guerra contra las drogas y esto podría impulsar una oleada de medidas legales como la suya en más estados (ya que cada vez más de ellos desean regularizarla).
A pesar de que ahora su imagen se ha popularizado nacional e internacionalmente, en entrevista con The Guardian reveló que le ha resultado difícil que las personas presten atención a lo que verdaderamente importa: su enjuiciamiento.
Los abogados de Charlo Greene aseguran que los cargos a los que podría enfrentarse son alarmantes por una sencilla razón: es negra. Históricamente, muchos gobiernos estatales acechan a la comunidad afroamericana cuando cometen “ofensas menores” relacionadas con la marihuana y que han provocado encarcelamientos masivos.
El problema en Alaska es que, aunque los ciudadanos tuvieran permiso de consumir la hierba en determinados lugares, jamás se aseguraron de implementar un sistema para regular puntos de distribución de marihuana medicinal, así que los consumidores no tenían muchas opciones.
A la par de estas irregularidades y falta de control, las autoridades se enfocaron en el Club que preside (y en otros lugares que iniciaron actividades antes de que las regulaciones estuvieran bien definidas) ya que daba membresías y marihuana cuando los miembros hacían donaciones. Así, detectives y policías detectaron la “operación” que permitía ventas encubiertas.
Charlo Greene y otros miembros del Club se sintieron perseguidos y observados e incluso se atrevieron a llegar con pistolas. A pesar de todo, no hay registro de que ella haya estado involucrada en ninguna de esas transacciones (encubiertas). No obstante, como el lugar estaba registrado a su nombre, la acusaron directamente.
Desgraciadamente, ella no cuenta con mucho apoyo, ni siquiera entre los activistas a favor de la marihuana. Mientras tanto, otros negocios esperan pacientemente (y no deberían hacerlo) para poder empezar a comercializar con una sustancia que ya es legal.
*Con información de: The Guardian.