El mundo presencia un fenómeno ambiental sin precedentes e irreversible, producto de años y años de liberación desmedida de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Los polos, los hielos del Océano Ártico, Groenlandia y la Antártida se derriten sin control, como un sangrado de nariz incontenible: La “hemorragia” de la Tierra.
El mes de septiembre del año pasado fue el mes más caluroso registrado en toda la historia de los récords ambientales.
El derretimiento y escasez de hielo en las regiones más frías del mundo no sólo ha provocado que los osos polares y otras especies endémicas se mueran de hambre por la escasez de espacios donde pueden cazar (y reproducirse), sino que ese deshielo también podría descongelar y liberar al mundo virus y bacterias milenarias, que no atacaban hace cientos de años.
De acuerdo con un artículo publicado en la página del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), el cambio climático derrite el permahielo (capa de suelo congelado permanentemente), tierras que habían permanecido congeladas durante miles de años y al derretirse, “tienen el potencial de liberar virus y bacterias antiguas” que también tendrían la capacidad de regresar a la vida.
Un video publicado en IFL Science explica que el permahielo o permafrost es un buen preservador de microbios, virus y bacterias. Sin embargo, debido a que encuentran en regiones con temperaturas bajas, en la oscuridad y con escasez de oxígeno, logran mantenerse con vida durante cientos de años.
El último virus que se halló tras el derretimiento de una porción de tierra se llevó a cabo en el 2014, cuando un grupo de la Universidad Aix-Marseille descubrió un “virus gigante” que medía 10 veces más que el virus del VIH. Cuando terminaron de descongelarlo, descubrieron que todavía era infeccioso.
Y aunque ese virus en específico no implicaba un riesgo mayor para los seres humanos, generalmente los virus de gran magnitud sí pueden afectar la salud de los seres humanos. Hasta el momento ninguno de ellos ha sido “liberado”, pero sí se han vuelto a exponer otro tipo de enfermedades “que la sociedad moderna pensaba que ya había erradicado”, explica WEF.
En agosto del 2012, un niño ruso de 12 años murió tras infectarse de Anthrax (infecciones cutáneas), una enfermedad que empezó a contagiar a muchas personas debido a las temperaturas calientes en el círculo ártico. La infección original se “alojaba” en el cadáver de un reno que fue sepultado por hielo y que tras un alza en el termómetro el verano pasado, el cuerpo se descongeló y las esporas se liberaron.
Por si fuera poco, la comunidad científica también está preocupada porque el calentamiento global podría provocar que las naciones norteñas “se vuelvan más susceptibles a tener brotes de enfermedades del hemisferio sur como malaria, cólera y dengue”.
Aunque los científicos advierten que el inicio de una pandemia todavía resulta muy improbable, no es imposible que muchas más enfermedades infecciosas se liberen poco a poco conforme incrementan las temperaturas terrestres.
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